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estilo de las mesas y bancos de la cocina. De esta manera, ya podíamos tener allí nuestros rezos todos los días, principalmente el ejercicio de las flores a la Madre de Dios en el mes de mayo. También allí tendríamos la Santa Misa cuando viniera algún sacerdote del Tukuko. Estaba claro que nuestra estancia en Bachichida era provisional. Había que pensar en el conuco de Ogdebiá, que sería nuestra residencia definitiva. Por esto empezamos a llevarmadera de yuca ehijos de plátanos, sin descuidar el acarreo de los materiales que teníamos almacenados en nuestro campamento. Las mulas iban y venían sin parar. El día primero de mayo, fiesta de san José Obrero, patrono de los obreros y futuro patrono del Centro Misional a construir en Ogdebiá, lo celebramos en Bachichida. El P. Epifanio de Valdemorilla se presentó a las once y celebró la Santa Misa, inaugurando así nuestra capilla. Los buenos cocineros Daniel Yosoruko (yukpa) y Germán Atokarbira (barí) nos tenían preparado el almuerzo, abundante y sabroso. Al terminar, el P. Epifanio se marcó enseguida pues tenía que ir hasta el Shukumo a pie y de allí seguir en el vehículo que lo había traído. Total: medio camino a pie y el otro en carro. Concluimos la tarde haciendo, con fervor y alegría, el mes de mayo a la Madre de Dios y el santo rosario. Cenamos y nos acostamos a dormir. UN VISITANTE INDESEABLE Cerca de nuestras viviendas, en unos arbustos, dormían las gallinas y el gallo. A medianoche nos despertamos al oír los ladridos desesperados de los perros, el alboroto de las gallinas y del gallo... Un tigre se había acercado sigiloso, zarandeó con las patas delanteras un arbusto donde dormía una gallina y, al caer ésta al suelo, la agarró y se la llevó al monte. Todos salimos fuera, los yukpas con sus flechas y machetes, el cazador con la escopeta... Todo fue inútil, el bribón del tigre había huido
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