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102 •••••••• \ .1:-:1:~.1?1:?.r.~q~_ . ........................................ mula sería muy demorado y costoso. Menos mal que contábamos con la invalorable ayuda del misionero seglar Cesáreo Barrios. Nunca se echaba para atrás y pareciera que nunca se cansaba. ¡Qué grandiosa ayuda! En el tercer día, así como en el segundo, el primer trabajo que hicimos todos, fue descargar la Power, para que pudiera regresar pronto al Tukuko. Después, poco a poco fuimos llevando los sacos de cemento dentro de los cobertizos para protegerlos de la lluvia. Después cada cual a su trabajo. No podían las cosas ir mejor de lo que iban. Pronto empezaría a tirarse el lienzo de alambre de púas, por la pica que se estaba abriendo. Ya se habían acumulado bastantes estantillos, hechos con madera de la selva. Este tercer día terminó como los otros: baño en el río pues estábamos empapados en sudor, nosotros y la ropa. Con ropa seca y cuerpo limpio quedábamos como un reloj. A continuación la cena, que ya estaba servida en la mesa rústica, hicimos la señal de la cruz y a dar cuenta de la abundante y sabrosa comida. Mientras, escuchábamos en la radio lo que pasaba en Venezuela y cuál era la hora. Siempre había algún trabajador que tenía un pequeño radio colgando del hombro. La radio era el único medio de estar en contacto con el resto del país. Nosotros estábamos en el ultimo rincón, pero muy felices, porque Dios nunca nos faltaría. Al terminar de cenar cada uno lavaba su plato y su cuchara, cosa bien fácil porque el agua del río era abundante y estaba a diez metros de la cocina. Acto seguido rezábamos el rosario en el mismo lugar de la cena pues todavía no teníamos capilla. Pero pronto la íbamos a hacer para poder celebrar allí la SantaMisa cuando viniera algún sacerdote y también para tener reservado el Santísimo Sacramento. Cuando terminamos el rosario ya era de noche y no se veía; los cocineros prendieron cuatro lámparas de kerosene, que más que lámparas parecían mechurrios por la llama y la humareda que echaba~pero para esta soledad y falta de todo eran una maravilla. Si no es porque un servidor las apagaba todas cuando ya no eran necesarias, hubieran permanecido encendidas toda la noche, aun a riesgo de incendiarse los ranchos donde dormíamos. Además, al quedar a oscuras nos dormíamos todos más pronto y mejor.

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