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25 sept 1987, 14-15); al parecer, porque fuese mal inter– pretada esa actitud del ·no bautizar" de los misioneros. Hoy tenemos la Crónica Huaoran~ donde la postura de Monseñor aparece límpida y transparente. Nuestros misioneros no son unos "colonizadoresw en el sentido peyorativo de la palabra. Pero estaría en un error no menos grave quien pensara que Alejandro e Inés no es– taban acuciados por el Anuncio y el Sacramento en me– dio del pueblo Huaorani. ¿Qué otra cosa movía a Ale– jandro e Inés, convencidos creyentes, sino dar a sus hermanos el supremo bien del Verbo Encarnado? Tanto, tanto que Alejandro, en su última Crónica Huaorani, sueña con un Sacerdote de aquel mismo pueblo cuyo Bautismo puede ser que aún sea remoto. He aquí el es– pléndido párrafo: Al día siguiente, todo este mundo misterioso me hizo sentir la presencia de Dios en la historia del pue– blo Huaoran¿ y, en un momento de fuerte unión con El arrodill.ado en la canoa solitaria, (me hizo) adorar– le en su historia, alabarle por todas las maravillas y pedirle nominalmente por todos y cada uno de los que componen este respetable resto. Al pedir que se dignara escoger a uno de los jóvenes para sacerdote que lleve a plenitud esta pequeña iglesia local sentí que mi fe no era suficientemente confin.da y dije a Cristo que El lo pidiera al Padre. Esto, s' será seguro /tronica Huaorani, 172). * * * Alejandro, "teólogo misional" de las minorias amazónicas Avancemos que Alejandro no es, en sentido riguroso y técnico, un teólogo; no fue tal su carisma. Pero sí que Alejandro ha dejado retazos de pensamiento y sobre to– do una vida -y un martirio unido al de Inés- que son venero fecundo de teología misional para los que pien– san ordenadamente sobre estas materias. Alejandro h a reflexionado, y en su archivo hemos encontrado tres ho- 187

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