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Visita a las Hermanas; de nuevo con Dionisia Nos alejamos dejando allí casi todo para poder llegar a Shushufindi para visitar a nuestras Hermanas. Sali– mos a las nueve de la mañana y llegamos a las dos de la tarde al puente donde habíamos dejado el motor y to– mar un carro para llegar a Shushufindi, donde llegamos media hora más tarde. Comimos allí, fuimos muy bien recibidas; pero como venía la Hna. Elvira que tiene .sus hermanas Dominicas en Sachas, nos dispusimos a ir a dormir donde ellas; fue una gran sorpresa pues no nos esperaban. De nuevo en la mañana emprendemos el regreso a casa de Dionisio para pasar allí la noche; nos enseñó a usar el tabaco para sacar los gusanos. El Padre Alejan– dro tenía un gusano que le mortificaba muchísimo y con el veneno del tabaco quisimos sacarlo; pero es difí– cil y allí le quedó enquistado; tal vez no estaba maduro. Ellos saben demasiado de las hierbas de la selva y sa– ben utilizarlas. Con gran pesar nos despedimos, prometiéndoles nuestra vuelta para el mes de enero del 81. El regreso muy parecido hasta el trayecto que aquí he narrado. Somos nosotras las evangeliz.adas ¿Qué es lo más interesante de estos recorridos? Qui– zás encontrarnos muchos inconvenientes por el río, muchísimas incomodidades. El dormir en el suelo se ha– ce costoso, duelen los huesos al principio; se hace al fi– nal y cada día más blanda la cama. Pero todas estas aventuras no son nada, ni es el objeto de estas crónicas, porque esto ha de ser lo normal para el buen misionero y no debe llamarnos la atención. Y a la verdad que ni deberíamos nombrarla, ya que es de suponerse lo que una correría implica; el ejemplo bien claro lo tenemos en San Pablo y los primeros misioneros. Lo importante de todo esto son las personas, los grupos, sus costum– bres, sus valores, su cultura y las enseñanzas que de 178
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