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casitas pero familiares todos. Dionisio es uno de los más ancianos; fabrica bellas shigras, hamacas para vender a los turistas; cultiva el tabaco, una de sus distracciones favoritas, el plátano, la yuca para la chicha y en fin lo poco que ellos comen; todo lo tienen a la mano. Siem– pre nos está pidiendo la medicinita para el dolor en los huesos y el jarabe para la tos. Nos pregunta: ¿Cuándo vuelven? - Dentro de tres meses, respondemos. - Yo vivir cuando vuelvan, yo teniendo hamacas pa- ra venderles. Al lado vive Rubén Yiyocuro con su esposa. En una chocita aún más pobre vive una anciana (la de la foto), sordita, sola; vive sentadita en una tarimita mirando al rio, pero siempre sonriente y alegre. Pidieron se hiciera el bautismo de uno de los nietos de Rubén, y el padrino fue nuestro motorista Ernesto Digua, que a la vez es mi– sionero que nos ayuda en todas nuestras correrías. Ha– cerse compadres es para ellos una cosa muy sagrada, y él acepta con mucho gusto. La ceremonia muy sencilla pero muy sentida. Ernesto le regala un vestidito rojo muy a propósito para ellos que les gustan los colores vi– vos. Al recibirlo se alegraron muchísimo y en medio de muchas risas se lo pusieron. Eran muchos los comenta– rios pero no entendíamos nada; no podemos compren– der lo que significa esto para ellos. Es una gran pena la limitación de la lengua. Ojalá pudiéramos alcanzar de Dios el don de las lenguas. - A la noche como en todas las demás partes compar– timos techo y pan con ellos. Las casas son muy pe– queñas, pero no hay inconveniente para recibir al viaje– ro. Estos practican las obras de Misericordia a carta cabal: dan posada al peregrino sin mirar quién es. Esto es verdaderamente admirable y en muchas cosas nos dan ejemplo y podemos decir: Somos evangelizados por los pobres. 177
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