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se forme allí un verdadero pueblo cristiano, porque tie– nen ya las verdaderas bases para serlo, porque no existe ninguna división con la Iglesia católica. Los mismos mi– sioneros americanos piden al Padre se acerque a San Pablo para que les lleve los sacramentos y casi todos son bautizados por la Iglesia. Se hace la celebración Eu– carística después de su culto por medio de los intérpre– tes. Somos muy bien acogidos; nos aprecian bastante. Lástima que por falta de personal y por causa de nues– tras estructuras no fuimos nosotros los primeros en lle– gar allí; pero gracias a Dios existe el ecumenismo que si es bien aprovechado todo será igual que si fuéramos no– sotros; y tendremos una Iglesia con los ministerios entre los mismos nativos. Con los Sionas: Genaro, Dionisia, Rubén Yiyocuro y su esposa Dejamos a San Pablo, llegando a Campo Eno, grupo de Sionas menos organizados, o casi sin ninguna organi– zación. Escasamente tienen un profesor que a la vez ha– ce de enfermero. Hay aquí un personaje bien típico, Genaro, conocido y querido por todos; es aún joven, bien alegre y con to– das las características de Siona; siempre está con su cushma de vivos colores. A la mañana lo vemos hacién– dose sus tatuajes también con vivos colores en la cara. Se adorna con bellos collares hechos por él, su corona también tejida por él. y le acompaña su instrumento musical llamado choseú. Es un trozo de chonta en for– ma de arco y una cuerda; se lo colocan en la boca, mue– ven los labios para que cambie de sonido y produce una bella músiéa, con la que nos acompaña en la Misa. Es un grupo muy pequeño y con pocas posibilidades de progreso. Son parecidos en todo a los Secoyas; hablan un poco diferente. Ahora cambiamos de río entrando por el Eno, para llegar a la familia de Dionisio, perteneciente al grupo de los Sionas, reunidas allí tres familias con sus diferentes 176
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