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ción. Cuando todo estaba en silencio, Catalina, la esposa de Cesáreo, empieza con gran fervor y con una gran un– ción el rezo en su lengua. Oran todos en voz alta, hacen sus peticiones y entonan el canto que más les llama la atención o que más sentido tiene para ellos. Dice así: Si– bayé (En Secoya). Cibayé yee ahuepi / Cristo ayeré y éé jen, jen, ñe / Cibayé y éé ahuepi / Matemonasa y éé jen, jen, ñé / Deojé huare huachoque / Matemonasa y éé, jen, jen ñé... y éé, jen, jen, ñé... El sentido es: Soy feliz; esta es mi canción Lo hacen con tal sentimiento que nos deja mucho que pensar cómo este grupo, sin atención de sacerdote, tiene gran sentido de oración; lo hacen comunitariamen– te con participación de todas las mujeres o dirigidos por una de ellas. Al amanecer nos disponemos a la celebra– ción de la Eucaristía. Aquí es extraordinaria. ¿Qué senti– do tendrá para ellos? No lo sabemos, pero ponen todo el cuidado y poseen un gran espíritu de oración. Lo hace– mos en las diferentes lenguas: Secoya, castellano y qui– chua. El padre explica en castellano y Catalina hace de intérprete, explicando poco a poco. Los cantos los hacen ellos en su lengua después del Padre explicarles que ha de ser de perdón o de alabanza o de agradecimiento. El "Señor, ten piedad· lo hacemos en quichua; la oración o peticiones cada uno en su lengua pero al tiempo. Para nosotros esto seria un desorden o una locura, pero aqut lo vemos como una maravilla obrada por Dios en estos pueblos. Increíble que entre ellos se encuentre más par– ticipación y más diálogo en cuanto a la liturgia; y así comprobamos que el Espíritu sopla donde quiere y que Dios se revela a los sencillos y humildes. Terminada la celebración, compartimos el desayuno con ellos, que tienen siempre su carne de monte, chicha, y esto es todo. Entonces de nuestra parte ponemos el cafecito y el arroz que no lo tienen y les encanta. Esta es la mejor manera de llegar a ellos, el compartir cuanto se es y cuanto se tiene. Nosotras cocinamos el arroz, preparamos el café y ellos nos dan su camita y la chi– cha al partir, que da resistencia para el viaje. Todos reu– nidos al pie del fogón oramos en las diferentes lenguas 174

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