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haber visitado de paso algunas familias de la ribera, anunciando nuestro regreso para quince días más tarde, con el fin de que se reunieran las diferentes familias, ce– lebrar la Eucaristía, administrar los sacramentos, dialo– gar con ellos e interesarnos en sus problemas, corno son las escuelas, colonos, etc. En casa de Pedro Vásquez nos reciben siempre con especial atención, en lo que es posible. A la mañana si– guiente reunidos únicamente con la familia, celebramos la Eucaristía en ambiente familiar y sencillo, donde el padre de familia hace la lectura, explica según sus capa– cidades y hace las preguntas del caso. La madre aprove– cha para darle gracias a Dios por nuestra visita, que es para ellos de gran alegria, porque viven demasiado so– los, y pide que lo hagamos con más frecuencia. Las niñas colaboran ayudando a buscar los cantos para la Misa y en fin todos participan, según su capacidad. Terminada la Eucaristía continuamos adelante con el fin de llegar hasta Boca Cubayeno, a casa de los Chávez. Esta familia ha tenido últimamente algunas muertes re– pentinas y en aquel mismo lugar se ahogó un soldado. Este es uno de los motivos de la visita con especialidad a esta familia, que en esta ocasión esperará hasta nues– tro regreso el cuatro de octubre para una celebración especial con todos los miembros de la comuna. Con los Secoyas: ·soy feliz; esta es mi canción• Continuamos nuestro viaje hasta llegar a la primera familia o gyupo Secoya. Estaban casi todos de cacería o de viaje, y entonces seguimos adelante hasta llegar a la casa de Cesáreo, del gyupo de los Secoyas pero un poco retirado del gyupo. Allí nos quedamos aquella noche en compañía de su esposa y otros familiares; él estaba au– sente. Después de estar listos para nuestro descanso como de costumbre, hicimos nuestra oración de la noche y en– tonamos •Junto a Ti al caer de la tarde·. Mientras rezá– bamos ellos guardaban silencio y observaban con aten- 173
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