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Alejandro tiene una dosis caudalosa de idealismo; no le falta ingenuidad; le gusta el verbo arriesgar algo, arriesgarse...; pero si nos figuramos al P. Alejandro como a un aventurero de película, desfiguramos lamentable– mente su verdadero perfil. No, el P. Alej andro es un misionero, en un contexto exótico sí por cierto; un misionero que va ungido de Dios, y que no sabe relatar sin referirse espontáneamen– te a Jesús. El P. Alejandro es un misionero que empuja, que quiere estar en la hora de la Iglesia y del mundo; un mi– sionero en búsqueda y consulta y discernimiento. Un misionero de vanguardia que tiene una idea muy clásica de la obediencia. A una prima religiosa, Carmelita Misio– nera, escribe: "Y o quiero que tú te realices en plenitud como religiosa y como misionera de acuerdo a tus apti– tudes y carisma propio de tu vocación. Para eso el cami– no más hermoso es el exponer sencillamente tus deseos y tu disponibilidad a tus Superioras y que la última de– tenninación: a dónde vas a ir o con quiénes vas a traba– jar venga de ellas. Entonces, quedes en España o vengas a Misiones es igual: serás Misionera, en plenitud del Es– pírituw (5-XII-81 ). Por otra parte, como hemos indicado, detrás de estas acciones valientes de penetración en la selva inexplora– da hay un plan prudente y táctico de contactos con el Gobierno, para que el acceso al pueblo primitivo Huao– rani sea asumido desde los intereses nacionales como un plan en que queda implicada la responsabilidad de todo el país. Tierra y cultura son dos valores supremos de un pueblo, que Alejandro ha visto con clarividencia desde el principio. Hay además otro dato que en justicia hay que desta– car en la misión a los Huaor ani. Alejandro ciertamente es protagonista, es pionero; pero con él, aunque los cn– terios en particularidades eventualmente difieran, con él está la Prefectura, misioneros y misioneras, lo mismo que indígenas comprometidos. En la Crónica Huaorani aparecen y reaparecen diversos nombres, que tejen la corona callada de la fama de Alejandro e Inés Arango. 158
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