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neblina mañanera, perfumada de aroma de oraciones de las otras Hermanas que rez.an fervorosas en ese momento en Coca. Nos abastecemos de combustible en Añango y seguimos rumbo al Yasuni Nubes de tormenta surgen amenaz.adoras en la zona del Tiputi– ni. Sobrevolamos el pozo Capirona Norte y nos aden– tramos hacia el Yasuni Arrecia la tormenta y llueve. El piloto no juzga conveniente insistir en el aterriz.aje, y volvemos al Capirona Norte. - Volveremos más tarde -dice, para consolar la pena de las dos Hermanas (Crónica Huaorani, 130). El viaje no se hizo aquel lunes 26 de febrero de 1979; se hizo el día siguiente, para volver el 28. Las pri– meras mujeres ·extranjeras~ habían pasado un día con los Huaorani; habían dormido en el bohío de Cai. "Un gran paso con la bendición de Dios para la evangeliza– ción del puebo Huaorani. Amén• (133). Puntualizaciones y una pregunta: ¿los Tagaeri? En esta Crónica Huaorani hemos destacado unos rasgos importantes, y en el género de esta biografía he– mos saltado otros, sin pretender distorsionar (según pensamos) la figura de Alejandro. Y a medida que va avanzando el relato, el lector se pregunta: Pero ¿qué raza de misionero es ésta? Alejandro tiene un cierto perfil aventurero y podria pasar a sus anchas como protagonista de una película de indios, salvo que el Capitán Memo no lleva revólver al cinto. Y a propósito..., un religioso antiguo compañero de la misión me cuenta: - "Desde Coca habíamos hecho una trocha o senda estrecha por la selva como estudio para la futura carre– tera. Con Alejandro quedé en ir un día a explorarla y, como por aquellos días habían hecho los Aucas algunas muertes, yo cogí un revólver como arma defensiva; y el P. Alejandro se sonrió al venne armado y me hizo notar que no hacía falta•. 157
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