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de la despedida toman la iniciativa de un diálogo que me parece importante: - ¿Qué me dices de las mujeres extranjeras? (para ellos -continúa Alejandro- son extraños o extranjeros todos los que no son Huaorani). Hacen esta pregunta porque en este viaje hemos hablado varias veces con Huane, Inihua y la familia Cai sobre las mujeres extran– jeras que hay en Rocafuerte. ¿Vas a traerlas? ¿Queréis que las traiga? -pregunto a mi vez. ¡Sí, sí! -me contestan todos a una. ¡Ellas tienen miedo de vosotros] Dígales que no tengan miedo! ¿No las alancearéis? No; no las alancearemos -dice muy serio y con- vencido Cai. - ¿Seréis buenos con ellas? - ¡Seremos buenos! Intervienen, con especial interés, Deta y su madre, Huiyacamo: - ¡Tráelas! Cuando las traigas las llevas a nuestra casa y seremos buenos con ellas. Deta me indica su vestido largo y no acierto a enten– der qué es lo que me quiere decir: o bien que vengan vestidas como está ella en ese momento o, más proba– blemente, que le diga a esas mujeres que le traigan otros vestidos?" (Crónica Huaorani, 106). Al final de este viaje el P. Alejandro ha hecho una larga reflexión para proyectar la presencia de la mujer en la evangelización del pueblo Huaorani, una prueba más -a nuestro entender- de ese espíritu de acendrada prudencia con el que, unido a su audacia, ha ido dando los pasos en su vida. Escribe de esta manera; 154 ¿Traerás mujeres? Esta es otra de las grandes preguntas de esta visita. Recuerdo que Sam Padilla me decía que entre los Huaorani "la mujer no cuen– ta~ La impresión que nos da el grupo Nampahuoe– Jnihua es todo lo contrario: Las mujeres aparecen

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