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a echarse sobre las tiras, y se da cuenta <le qu~: lo qut· estaban haciendo era prepararle la cama. Alejandro va a hospedarse en casa de Inihua. "Nos acostamos muy temprano, apenas oscureció. La casa consta de un solo departamento: En un ángulo está el fogón, entre las hamacas de los esposos Inihua y Pahua. En el otro costado se encuentran las hamacas, quitadas a los obreros de la Compañía, con sus toldos y sus col– chas· (42). Alejandro se acuesta en el lecho que le han preparado en el suelo. Fue una noche de tres vigilias, concluida con un rito sagrado. Hacia la una Alejandro escucha una letanía en rittno semitonado. Cantaba la dueña de la casa, al tiem– po que desde su hamaca avivaba el fogón. Pasaron dos horas de silencio y de nuevo la señora reanudó su canti– nela, no sin antes atizar el fogón y comerse un pescadi– to. Hacia las cinco y media tercera sesión: fogón y canto. Pahua le repitió el canto a Alejandro, que se había mos– trado devoto e interesado. Intentó imitarle; fue en vano. Celebraron la inexperiencia con unas carcajadas. Y ahí viene el rito sagrado. Se hizo un nuevo silencio hasta que clareó el día Me levanté inundado de una gran alegría. Talco– mo estaba, en paños menores, me adelanté hasta el jefe de la familia, Inihua y Pahua, su señora; junto a mí se hallaba ya el hijo mayor. Con las palabras pa– dre, madre, hermanos, familia me esforcé en expli– carles que ellos, desde ahora, constituían mis padres, hermanos; que todos éramos una sola familia. Me arrodillé ante Inihua y él puso sus manos sobre mi cabeza, frotando fuertemente mis cabellos, indicándo– me que había comprendido el significado del acto. Hice otro tanto ante Pahua llamándole "Buto bara· (mi madre}, ella, posesionada de su papel de madre, me hizo una larga •camachina• (aconsejar}, dándome consejos. Luego puso sus manos sobre mi cabeza y frotó con fuerza mis cabellos. Me desnudé completa– mente y besé las manos de mi padre y de mi madre Huaorani y de mis hermanos, reafirmando que somos 139