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diatamente saltan las consecuencias sobre la compostu– ra que debe adoptar el misionero, franciscano o quien– quiera que sea. "En este estado de cosas los misioneros se convierten de fundadores dinámicos de Iglesias en colaboradores, de hombres de iniciativa y de decisiones autónomas en hombres de diálogo, de la escucha y, en cierta medida, de la obediencia y la disponibilidad. Con este desasirse y replegarse a segunda fila, el hennano menor se en– cuentra en su clima propio, con la ocasión de vivir me– jor su identidad en la d isponibilidad y minoridad. No se presenta ni como superior ni como inferior, sino como hermano. No se impone, sino se ofrece. No es ya un 'en– viado' de parte de una Iglesia madre con decisión unila– teral, sino más bien un 'invitado' por parte de una Igle– sia particular que lo necesita y mientras persita esa necesidad" (ID CPO 18). He ahí las líneas directrices que responden a ciertos subrayados teológicos de una presentación de Iglesia en– tendida básicamente como ·comunión". En fuerza de estos criterios los hermanos misioneros de Aguarico han pretendido diversas veces que el supe– rior eclesiástico de la misión fuera un sacerdote nativo. El episcopado ecuatoriano, contando ciertamente en re– serva con personal preparado, ha respondido que conve– nía que fuera un capuchino, lo cual, sin duda, respondía a altos principios de fraternidad y comunión dentro de la Iglesia. "Crónica Huaorani" Vengamos de nuevo directamente a Alejandro. En agosto de 1976 comienza algo deeisivo en la vida de Alejandro. Mirando el mapa de Ecuador, tenernos que situarnos al sur de Aguarico, hacia el nacimiento del río YasunL Después de ocho años en que no se ha oído ha– blar de especiales incursiones de los Aucas, por el mes de julio llegan noticias de que los trabajadores de CGG 129
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