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Gozo y transformación Cecilia ha visto así la vocación misionera de su her– mana. Quede como un testimonio. "Fue así como tuvo que esperar 20 años para que al fin le mandaran a las misiones. Llegado el momento no vaciló. Tenía muy claro en su mente y corazón las ca– racterísticas de un buen misionero: pobreza absoluta, desprendiéndose de sus seres más queridos, su patria y hasta la lengua, ya que tenía que aprender algunos dia– lectos, pero feliz marchó, sin tener en cuenta la enferme– dad de mi mamá, y también ya su edad avanzada. Mar– chó con el mayor entusiasmo y alegría sin límites. Desde entonces la familia notó en ella un cambio ex– traordinario, de lo mejor a lo óptimo. En sus visitas a Colombia se le veía en momentos profundos de oración, buscando sitios para hacer retiro especial. Sus conversa– ciones sólo se basaban en el trabajo entre los indígenas, buscando cosas para llevarles. No quería regalos, todo era para ellos, con una pobreza de lo material que a to– dos admiraba; y en lo espiritual por consiguiente este mismo espíritu la animaba. En todo lo que hacía y ad– miraba, contemplaba la presencia de Dios, como un día lo hiciera Francisco de Asís~. 123

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