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quienes asiduamente nos ayudan, estimulan y colabo– ran. Convivimos más de continuo con los Quichuas, que nos enseñan su vivir tranquilo y apacible en contacto con la naturaleza, donde se saborean profundas sensa– ciones del espíritu. Asimismo nosotras somos felices en la selva a la que amamos intensamente porque en ella se siente vivamente a Dios en su a ire limpio y puro, en su libertad, en el hermoso despertar cada mañana de to– das las criaturas que con su bullicio nos invitan a ala– bar al Señor en su grandeza. Desde aquí os enviamos nuestro fraternal y cariñoso saludo como también nuestra invitación a esta selva ecuatorianaw. Carmen Pérez, una voluntaria misionera, llegó con otra amiga inquieta al Oriente Ecuatoriano, deseosas de una experiencia misionera en favor de los más necesita– dos. •Fuimos aceptadas por la comunidad de las Herma– nas Terciarias Capuchinas en un pueblito llamado Nue– vo Rocafuerte, lugar de residencia de la comunidad de la Hna. Inés y de la comun idad de Monseñor Alejandro, dedicados a trabajar con los Huaorani especialmente. Su testimonio de amor, entrega, generosidad, me contagiaron para una decisión de venir a trabajar en el oriente, lugar de muchas necesidades. Así comienza nuestra amistad. Ellos en Nuevo Roca– fuerte y yo en Coca pero siempre en comunicación; sus visitas, sus consejos reflejaban su unión con Dios. Me in– cluían en sus viajes a los Huaorani o a lo largo del rio Aguarico. La gente les esperaba con cariño e ilusión por el testimonio que llevaban consigo; pero lo que más me impresionaba era que cuando nos cogía la noche, busca– ban la casa de la familia más pobre y más necesitada para compartir allí. Cómo se reflejaba en ellos la alegria de compartir, servir y amar. Siempre caminaban descalzos y con trajes muy sen– cillos. En el transcurso d el viaje siempre íbamos cantan– do y Monseñor enseñándonos el Huaorani o el Quichua según el lugar de la visita; tenía mucha paciencia para enseñar..." 122

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