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rafina de Benaguacil y sor Clara del Grao de Valencia" (Autobiografí.a. 84). A los pocos días de llegar, las cuatro contrajeron el cólera, y murieron las tres más jóvenes. Se salvó la madre Angela. Murió también una novicia, sor Maria de los Desamparados de Sueras, en Benagua– cil, contagiada del virus atendiendo a los enfermos. Esta oblación inicial queda como un reclamo para las tercia– rias capuchinas. El carisma de la terciaria capuchina va muy enfoca– do hacia la recuperación de la muchacha que, privada de un ambiente familiar sano, ha ido caminando a la deriva. Al mismo tiempo el fundador capuchino, forma– do en el alma franciscana, idea su proyecto con alas mi– sioneras. La primera expansión fue la Guajira, Colombia, en 1905. Llegarían al Caroni, Venezuela, en 1928; al Kansu, China, en 1929; al Zaire en 1971 ; al Aguarico en 1977... Tomemos a la historia personal de Inés que como religiosa fue miembro de la provincia de San José, con sede central en Medellín, una de las cuatro provincias con que cuenta el instituto en Colombia. Inés acudía a la catequesis dominical con su herma– na Cecilia, hoy terciaria capuchina, como sabemos. Allí se fueron fraguando nobles ideales en un corazón siem– pre deseoso de más. Habla de nuevo Josefina Zúñiga: "Si por algo se distinguió Inés, fue por su pasión por las mi– siones. Desde muy niña mostró indinación por ellas, tal vez bajo la influencia de la tradición familiar que cuenta en su haber evangelizador con varios misioneros. De adolescente vivía en continua emulación con su herma– na Cecilia: aquella en favor de las Hermanas de la Ma– dre Laura y esta por las Terciarias Capuchínas. Su an– helo de ser misionera la llevó a las Lauritas, ya que en esa época la provincia de San José no tenía expansión misionera; pero por los designios de Dios que la quería Terciaria Capuchina, sólo estuvo como aspirante con las Lauritas aproximadamente dos meses". 112

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