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Muchas gracias, Padre; estamos agradecidos austedes - dice el Sr. Agui– rre, mientras intenta repetir las palabras en lengua Huao. - Ojalá que nuestros jefes nos instruyan de estas cosas antes de mandarnos a estas sole– dades. - ¡Coca, Coca! - interviene llamando la oficina de Quito. - Favor dar– me los nombres de persona que ha dado esas instrucciones tan importantes y, además, el nombre del Padre que ha intervenido en el rescate de los cadáveres desde Pañacocha. Quiero poner un informe a los Jefes para que mañana, a pri– mera hora, manifieste la Corporación el agradecimiento que se merecen de to– dos nosotros. 1,00 horas. Regreso con el P. Manuel Amunárriz. Los sitiados se sienten más se– guros. Después de mis palabras, en el mismo sentido que las anteriores, toma el micrófono el Coronel jefe del Batallón 19 de Selva, Raúl Costa– les, y les pronuncia su arenga militar: Recomienda que no abandonen sus garrotes, machetes, lo que a mano tengan, para defenderse como valientes. Luego habla también el Mayor Gudiño en nombre de todos los personeros de Cepe; en fin, la batalla de discursos está ganada. 4,00 horas. No puedo conciliar el sueño. Pienso que los trabajadores se angus– tian con la creencia de que, al amanecer, el peligro es mayor. A esa ho– ra suelen atacar los Aucas, dicen las novelas. Yvuelvo a hablarles a las cuatro y a las cinco, ampliando el vocabulario Huao: - Hua caebi, sed buenos. Tenonamai, no nos alanceéis. Gobopa, ya nos vamos. 5 de noviembre de 1977. Las 6,30 horas. Monseñor y el P. Amunárriz salen hacia Texaco para celebrar una Misa de Funeral ante los féretros, a petición de los personeros de Texa– co y Cepe. Después trasladarán los cadáveres a Lago Agrio en "Macha– ca" y de allí a Quito en avión. Yo acompaño en helicóptero al Coronel Raúl Costales, que con seis soldados se dirige al rescate de los que han pasado la noche en la an– gustia de estar cercados por los Huaorani. Van también personeros de Cepe para darse cuenta de los hechos. 83

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