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VII Miércoles, 2 de noviembre de 1977. Regreso de vacaciones. El P. Juan Enrique Marco y servidor hemos pedido pasaje en el avión de Texaco para entrar a la Misión, después de nuestras vacacio– nes en España. Presenciamos la llegada de] jumbo-jet de Air France por primera vez al aeropuerto "Mariscal Sucre" de Quito, y poco des– pués emprendemos el vuelo hacia Lago Agrio. Día espléndido, cielo claro y excelente vuelo. Cuando sentimos to– do el calor tropical de Lago Agrio dice sudoroso el P. Enrique: - Ya caímos en el hoyo. En nuestra residencia de Enokanke están las puertas cerradas ya que el P. Antonio Balenciaga ha tenido una Misa de Finados en otro pueblo y no regresa todavía. - ¡Al asalto! Encontramos una escalera de mano; por ella al tumbado, y por la ventana falsa directo a la despensa. Los kilos ganados en España no le impiden al P. Enrique hacer la operación con toda limpieza. La fraternal solicitud del "chiquito-barbudo" dejó refrescándose una cerveza en la nevera. ¡Qué delicia de solicitud! Luego marchamos a San Pedro de los Cofanes, donde las Hermanas Dominicas del Rosario nos agasajaron con una mesa bien provista y bien sazonada. Llovían las preguntas de las Hermanas sobre sus familiares, a los que acabábamos de ver en España; noticias, noticias, y, sobre todo cartas y más cartas. Sólo hubo momentos de silencio elocuente cuando el P. Enrique sacó de sus maletas el rico jamón que le puso su madre, el día, en que los ceniceros quedaron muy tristes en su casa. Al atardecer el P. Antonio nos trajo en su jeep a la residencia cen– tral de Coca, entre nubes de polvo que asfixiaban por igual a los pasa– jeros y al "Txiki", el perrito de Enokanke, que viaja por primera vez a Coca. 80

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