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Un gran obsequio Huao. Hacia el mediodía llegó el helicóptero en mi busca. Al subir a él ad– verti que los Huaorani querían abrir las puertas de la bodega para me– ter de nuevo los perros. ¿No supe darme a entender que eran para los Huaorani? De nuevo les dije que todos esos animales eran para ellos y entonces Inihua mandó a Araba que corriera a la casa para traerme co– mo obsequio una hermosa "umena" (cerbatana). Creo que este solo ges– to basta para salvar a la expedición de ser calificada de "paternalista". Helipuerto 34, 7. Al aterrizar hay que satisfacer dos grandes curiosidades de los tra– bajadores de la compañía petrolera: ¿Cómo me han tratado los Aucas durante mi estadía entre ellos? ¿Qué es del P. José Miguel, que los dejó admirados de su valentía al lanzarse, a su parecer, a una aventura tan arriesgada? 15 de enero de 1977. Domingo. Hablo a la base de Pañacocha para que me manden el maletín pa– ra decir la Santa Misa a los obreros. El Sr. Orozco me contesta: -Hoy mismo le 111a11daremos. Tengo un co1111111icado para usted: Avisan de Coca que fosé Miguel ha llegado perfectamente a Nuevo Rocnf11erte. Hizo el trayecto en cinco días. Aplausos y palabras de asombro de los obreros ahogan las últimas palabras del locutor. Uno de los obreros, vislumbrando todo nuestro éxito futuro para civilizar a los Huaorani, dice: -Padre: Ahora sí se jodieron los Aucas. Experiencias y refl exiones. En esta nueva experiencia entre los Huaorani salí más convencido de algunas de mis reflexiones anteriormente anotadas. Como pensamiento especial, quisiera señalar que en algunos mo– mentos me he sentido muy agradecido al Señor porque externamente quizás nunca me he sentido tan vivamente seguidor de san Francisco. 64

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