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Unos pocos minutos y aterrizamos a cinco kilómetros, con la sor– presa de que un grupo de Aucas nos estaba esperando ya. Conocí a Araba (?)con sus hijos, quien después de saludarme dio un grito y, an– te el asombro de todos, salieron del escondite su mujer con una niñita en brazos y su hija mayor, de unos 16 años, con un mono chorongo en los brazos. Lo traía como regalo para el piloto, pero tenía mucho mie– do al helicóptero y su padre tuvo que encargarse de la entrega. Esta familia acampó cerca del campamento de los trabajadores y pasó prácticamente dos días aprovisionándose de todo cuanto pudie– ron. Me llamó poderosamente la atención el desparpajo, la naturalidad y locuacidad de estas dos mujeres, que no aparentaron tenernos dema– siado miedo. Por la tarde de ese mismo día, cuando esta familia se había ido, lle– gó Inihua en el preciso momento en que yo ponía a secarse al sol mi calzoncillo anatómico recién lavado; naturalmente, le gustó y se lo lle– vó con verdaderas muestras de satisfacción. Día de la Asunción . Se llevaron nuestra carpa. Por la mañana me conectan con la radio de la oficina de la Compa– ñía en Coca y Fray Felipe me comunica que Monseñor, ante Ja insinua– ción de la Compañía, me autoriza para estar en la zona el tiempo que juzgue necesario. Hacia la hora de siempre se nos presentan seis hombres, entre los que reconocía a Peigomo, Nampahuoe, Inihua, el "Tuerto" y Huima– na. Después de las escenas habituales, y cuando se encontraban bien comidos y saturados de refrescos bien azucarados, se pusieron, con ademanes altaneros, a desmantelar la carpa para llevársela. - ¡Jaennmni! - suplicábamos. - ¡No la lleven! Nampahuoe e Inihua, más comprensivos, parecían no estar de acuerdo, pero los jóvenes no Jes hicieron caso y, entre gritos y risas, se la cargaron y se fueron. Era media tarde y amenazaba tormenta. Avisamos al capataz, que envió un grupo de trabajadores para tratar de acomodamos a todos en la media carpa que nos quedaba. Tronaba Curiosamente, caían trom– bas de agua y crujían los árboles medio cortados de la trocha al caer es– trepitosamente. Mientras trabajábamos afanosamente para acomodar– nos escuché a los trabajadores: - Estos Aucas son hasta brujos: se llevan la carpa y para que no les siga– mos hacen venir la tormenta y el aguacero. 25

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