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Ecuador Alejandro conoció la Sierra en 1954, por su estancia de varios años en Pifo y Quito. la Costa, por su trabajo en Guayaquil. pero el Oriente fue sobre todo su heredad misionera desde 1965 hasta su muerte. Este Diario de Campo de sus primeros contactos con el últi– mo pueblo indígena conocido en nuestra Amazonía, da testimonio de una de sus andan– zas por esos ríos del tiempo amazón ico. bor– deados de muy diversas culturas indias (sio– nas, secoyas, cofanes, huaorani, runas) con las que trató, así como también de sus relaciones con los protagonistas de la reciente invasión oriental: los colonos y demás protagonistas de la nueva sociedad que allí se está forjando. Crónica Huaorani es el testi monio de un mi– sionero que ha calzado en su vicia botas de sie– te leguas, que ha recon·ido muchos caminos por el ancho mundo, pero ha muerto como ecuatoriano entre los hijos más olvidados de la Patria. Alejandro transformó el Id y predi– cad evangélico, en un previo: Id y Aprended de todas las gentes. Estas páginas son una muPclr'I tiP plfn

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