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Al dia siguiente los trajimos a motor, y Jos instalamos en la Huao– rani onco, donde se sintieron rápidamente como en su casa. Tuve que ducharme, comer, descomer y el resto como primera en– señanza práctica ante sus ojos. Lo aprendieron a la pritT1era y te asegu– ro que son limpísimos, con un sentido de la naturalidad y del pudor, increíbles. Tanto las Hermanas como el pueblo los han recibido muy bien. Yo por mi parte tuve que ponerme a aprender el "Huao en diez días", aunque me he dado cuenta de que el sistema mimético da buenos re– sultados en lo básico. Como no podía saber cuáles eran las intenciones del grupo, esperé a que se destaparan, cuidando de ellos en la mejor manera que supe. Se me iban enfermando dfa a día uno tras otro. Se curaban de igual modo, a las pocas horas. Ya sabes: comidas distintas, caramelos, gaUe– tas y pan a todas horas... Como Yaye tenía 2.000 sucres, aproveché su dinero para comprarles lo necesario para la casa, porque venían desnudos, y el resto: ropa y co– mida les fui proporcionando medido para que no lo echaran a perder. Anécdota: el Sr. Pantoja les invitó a una cacería -pagada por mí- al Nashiño. Al regreso faltaban la munición, los fulminantes y la pólvora de uno de los quichuas acompañantes. Como ya conocía los cleptóma– nos antecedentes de Agnaento, los llamé a magna reunión delante del Sr. Pantoja. Todos se excusaron, sacaron sus pertenencias y las mostra– ron. Agnaento parecía más reservado. Supuse que sería él y pensé ha– blarle al día siguiente revisando su habitación, cuando llegó el Sr. Pan– toja a las pocas horas diciéndome que había aparecido todo en la bol– sa del quichua. Aproveché entonces para insistir sobre ciertos derechos de la propiedad particular que los Huao tanto respetan cuando se tra– ta de ellos. Agno recibió un chaparrón muy benéfico. De hecho ya para esos momentos se me había volado todos los col– chones de tu casa sin contar con nadie. Se los he dejado con la consi– guiente explicación. Luego llegaron Inihua, Araba, Obe y Bainca. Mi postura con ellos ha sido un poco la del abogado del diablo con cariño. He pensado que es una buena ocasión para que al no tener al Capitán Memo con eUos, comprendan que las cosas valen y que hay que sudarías. Creo que así podremos abrirles un camino. A ellos les ha parecido bien y ya saben que pueden contar con m.i afecto; pero no con excesivas condescen– dencias. 172

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