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¡, Día 4 de abril - ¿ Volnre111os e11 el primer vuelo? - No; en el zílti1110 de In 111niin11n. Ha amanecido lloviendo y pensamos ya que tendremos que volver a Nuevo Rocafuerte sin visitar a los Aucas. Pasada la media mañana comienzan los vuelos; en uno de ellos, en el que debíamos haber vola– do, se accidenta el piloto y regresa con hora y media de retraso. Contra toda esperanza, a media tarde aterrizamos en el helipuerto 34, 6. Estaban esperándonos las dos familias de fnihua y Caí. Su ale– gría al ver a las Hermanas fue muy notable, igual que la emoción de éstas. Como la tarde avanzaba, nos dirigimos a las casas del Cahuime– no, donde nos acomodamos como en el anterior viaje. Tigantai e Inés Arango se desenvolvieron con naturalidad y segu– ras de sí mismas, con más alegría y optimismo que en Pañacocha. Y, se– gún su propia afirmación, durmieron sin sobresaltos y con entera con– fianza. Llovió torrencialmente durante toda la noche y la mañana siguien– te. Las Hermanas emplearon el tiempo en una ininterrumpida conver– sación de corazón a corazón, mientras cocinaban arroz para todos, ad– ministraban medicinas, distribuían obsequios, tejían sus costuras y es– cuchaban embelesadas las narraciones y canciones, ora de Pahua, ora de Huiyacamo, ora de la joven Deta. Mi tarea ya es conocida: rajar leña, traer agua, y como objetivo par– ticular de este viaje, informarles a todos de los próximos trabajos pe– troleros en la zona. No opusieron mayores reparos; al menos estas dos familias. Como se nos redujo tanto el tiempo de estadía entre ellos, no pudimos hablar con otros grupos familiares. Cuando sentimos el trepidar del helicóptero en la lejanía, nos diri– gimos al nuevo helipuerto del pozo Yasuní, cerca del yucal y de las nuevas casas que están construyendo las familias de Tnihua y Caí; pre– cisamente donde estaban las antiguas cuando les visitamos en noviem– bre y que las quemaron, probablemente a raíz del contagio del palu– dismo. El helicóptero hizo varios viajes trayendo personal desde Pañaco– cha. También llegó el helicóptero grande desde Coca, transportando otro equipo de trabajadores capitaneados por Galo Rodríguez. Tanta gente extraña y tanto ruido parecía una gran profanación de la selva. Mi corazón se sentía atenazado por el futuro incierto de los Huaorani. 130

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