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Cotl'\Unidad en la casita previamen– te construida en el Barrio de Las Carolinas, y allí alternaban su vida de piedad con la de apostolado en favor de los hermanos necesitados. De este primer puesto de aposto– lado, como de un nuevo Pentecos– tés, salían aquellas apóstoles de la caridad para impartir palabras y sonrisas de consuelo que aliviaban penas y mitigaban dolores, al tiem– po que daban lo necesario en cuan– to al cuerpo. Los primeros en recibir su cari– tativa influencia fueron los niños de la Barriada de Las Carolinas. Para ellos establecieron la guarde– ría infantil y comeoor gratuito. Po– co después, ayudadas por el Minis– terio de Educación y Ciencia, crea– ron dos escuelas de primera ense– ñanza en el mismo barrio. Al mismo tiempo, instalaron el dispensario y consultorio gratuito para toda clase de enfermos, a quie– nes se les entregaban gratis las me– dicinas y se les ponían las inyeccio– nes convenientes. Posteriormente, un donativo pro– videncial ofrecido al Padre, ya men– cionado, y las ayuaas del Ministe– rio de la Gobernación y de personas particulares colmaron sus ansias de apostolado en favor de los niños po– bres viendo erigido el Hogar infan– tiJ del S uburbio en la Ciudad Li– neal y la Residencia de verano pa– ra los niños en Tablada. Alternando con estas actividades en favor de los niños humildes y abandonados, las Misioneras ex– tienden su celo y caridad hacia las personas mayores necesitadas. Las visitas a las familias pobres a quie– nes prodigan el consuelo de la bue– na palabra, la sonrisa de su rostro y el auxilio material, se multiplican de continuo. El radio de acción de su aposto– lado abarca diversos suburbios, ta– les como Las Carolinas, Barrio de la lnn\aculada, Orcasitas, Cuevas de ~lam~anares, Ciudad Lineal, chabolas San Fermln, etc. Y allí donde no pueden llegar con el S<>– corro material, llegan sus palabras caritativas y su ayuda espiritual. Varias de ellas, turnándose, re– corrían los cinco kilómetros que las separan de Las Carolinas, para vi– sitar a los pobres de las Cuevas del Manzanares, dar clase a las jóvenes y dormir en una de sus cuevas; también catequesis a párvulos y adultos. ¡ Era de ver las aisputas que entre las Misioneras se organi– zaban porque todas se consideraban con derecho a pasar la noche en la cueva que arrebataron al Padre l. .. De su labor catequística pueden dar fe cuantas personas las han vis– to y actualmente las pueden ver, semanalmente, pisanao barro en invierno y polvo en verano, para trasladarse de Las Carolinas a Or– !'asitas y a las Cuevas del Manza– nares para atender espiritualmente a los niños. De su apostolado en favo r de las jóvenes se ha hecho mención ante– riormente ¡ a falta de otras pruebas, bastarían esas de la enseñanza gra– tuita de Corte y confección, Pelu– quería y Cultura general que im– parten a las muchachas, de modo especial en Las Carolinas. 67

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