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sacramentos si el cura llega a tiem– po. Y pare usted de contar. A esto y nada más se reduce su religiosi– dad . Eso de conformar su vida con la religión que profesan, no habla con ellos. En vano se les buscará en el templo, cumpliendo sus debe– res religiosos, ni en casa ni fuera confesando con sus obras su fe y sus creencias religiosas. Como si la religión católica, a la que pertene– cen, impusiera solamente dogmas que hay que creer, sin preceptos que hay que observar. .. Que abundan los indiferentes prácticos en nuestros subu rbios es una triste y lamentable realidad. ¿Cuántos cumplen el precepto pas– cual de la confesión y de la cOnlu– nión anual y cuántos oyen Misa los domingos? Si llega al uno por ciento no es poco. Barrios conozco en los que no llega al uno por mil. Y son católicos y confiesan que es– tán obligados a cumplir los Man– dam ientos de la Santa Madre Igle– sia.. . ¿Cómo se llega a esta apatía e in– diferencia religiosa? Por la am,ino.. ración de las prácticas religiosas. Un profundo conocedor de este pro.. blema escribe las siguientes pala– bras : "Un descenso en la práctica religiosa entraña normal·mente en la fe y en la vida cristiana. Puede de– cirse también que habitualmente la aminoración de la práctica religio.. sa es irrevocable : después de una, dos o tres generaciones acabará con la desaparición completa de toda práctica religiosa." T riste porvenir para la vida reli– g iosa en nuestros subu rbios. 14 E) Los ana11abetos: Henos aquí ante una de nuestras taras naciona– les. El personaJ del suburbio ofre– ce un g ran contingente. Nada más frecuente que encontrarse con per– sonas n¡ayores que se ven obligadas a pasar por la humillación de tener que firmar las escrituras con la mar– C<'l digital. No es del caso presentar estadísticas del analfabetismo subur– bano, pero si que la campaña na– cional contra el analfabetismo en– contrará aquí campo muy propicio para sus humanitarias experiencias. Las provincias de Andalucía, Tole– do, Extremadura... les ofrecerá n numerosos alumnos. Si bien "maJ de todos sea consue– lo de tontos", no estará de n1ás ha– cer constar que el analfabetismo no es ni nwcho rnenos exclusivo de España, ni menos bate el· récord en esto. Se calcula en un tercio de la humanidad afectada por el analfa– betism.o. En el Brasi l, por ejemplo, hay Estados en los que un 40 par 100 no saben leer ni escribir. En muchos países del Oriente Medio, de Africa, de Asia y de la América Latina, la mayoría de los pobres y de los obreros estaban condenados al analfabetismo, hace cuarenta" años. Gracias a la radio y a la televi– sión, la enseñanza elemental va pe– netrando allí donde de otro modo no llega. La pobreza de los analfabetos es la peor de las pobrezas, porque es la pobreza del espíritu. Difícilmen– te el hombre, que sabe leer y escri– bir, puede imaginar la humillación

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