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grados al apostolado de los subur– bios. Reconozcamos de buen grado que el clero secular y regular es escaso para atender a las múltiples actividades propias de su ministe– rio en el centro de la ciudad... ; si bien, tal yez con un poquito más de celo, de sacrificio y de amor a los pobres, pudiera extenderse el radio de acción en favor de los necesita– dos del suburbio. Lo que decimos de la escasez de templos y sacerdotes en los subur– bios tiene aplicación a la escasez de escuelas y maestros en los mismos. Muchas de ellas se han creado, pero faltan muchas más. Hay zonas ex– tensas de población suburbana en las que sólo existe una escuela ca– paz para 30 nil'ios, y pasan del cen– tenar los que esperan turno para entrar. ¡ Con qué pena hay que de– cir a los padres de los nil'ios; "Lo sentirnos, pero no podemos admitir en la escuela ni uno más 1" Y de niños sin escuela, sin cate– quesis, sin instrucción religiosa, ¿qué se puede esperar ? En ellos encontrará el comunismo futuros militantes. e) En su aspecto moral, el su– burbio está bajo cero. Los casos de uniones ilegitimas, de hijos natura– les, de adulterios, de infanticidios, de niños en los que la malicia se adelanta a la edad, son frecuentes. No es de admirar. El ambiente fa– vorece. La promiscuidad de sexos bajo el mismo techo y en el mismo dormitorio ; el poco recato de los padres en hablar y obrar delante de sus hijos; la proximidad de lechos, cuando no la ocupación del mismo 8 lecho por dos personas mayores,di! distinto sexo... , todo esto hace en ocasiones que los hogares se con" viertan en escuelas de inmoralidad. Recuerdo este caso. Reprendía a una chica de dieciséis años de edad por la vida libertina que llevaba y, descarada, me responde : -¿ Qué quiere que haga, Padre? Es lo que aprendí de mis padres. Gráficamente, y con pleno cono– cimiento de los hechos, se expresa– ba así el llorado señor Patriarca, doctor don Leopoldo Eijo Garay: "No está en la pobreza extrema en que viven una gran parte de los habitantes de los suburbios, sino más bien en lo que esta miseria ha ido c reando. Una palabra lo defi– ne : degradación. Gran parte de los habitantes del suburbio, no cierta– mente todos los individuos, han de– generado. Su miseria económica los redujo a la mínima condición de hornbres ; la lobreguez de su tu– gurio, lo sucio de sus andrajos, lo tortuoso y enfangado de sus ca– lles, la obsesíonante inquietud del pan de cada día, fueron empeque– ñeciendo sus horizontes, cegando las fuentes de la alegria, crean– do un ambiente de tedio, de envi– dia, de desesperación. El cultivo del espíritu desapareció reempla- 7.ado por la necesidad de vivir. La vida religiosa fue relegada a muy lejano término, por tener que atender a otras cosas de más crudo realismo; pronto llegó a ser odia– da. Si le preguntáis por qué, son muchos los que contestan : "Por– que Dios es injusto y pocque los que viven bien son los ricos."

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