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116 :Ja coll,1tlo. ((1) ¡ Alto élc,ir, y tonto que no puede equipararte t oda la doqüencia p3gana de sus sn~ios profesores! Estemos ciertos por ultimo, que es bien– aventurado el que entiend.::, y atiende a socorrer al mendigo, y al menesteroso, porque en el día malo, Y temible de las divinas venganz::s no le comprccndc– rán las iras del Señor. (b) ¡ O frutos m,11<1bi!losos de b fraterna caridJd ! P ara regla de est:i virtud nos sciíala nuestro Seiíor J esucristo la que debemos tener con llOSO• tros mismos, (e) y para modelo de esta caridad propia , aquella con que nos obliga amar a Dios. i Qué elegantemente lo explica el P. S. Agu~tinl Aquel, dice , amar:í a su proximo como a ¡j mis– mo, qne de verdad amare a D ios ; mas el que no ama a Dios no tiene amor de carid:id consigo pro. pío: Dilligit e11im uu11sq 1 1isq!1e pro;;imum s:ii,~ tam. qiurn seips!im , si d1Jligi1 D ,mm : N.1m si non dilligil D.,:,m, no,i ,filligil seipsum.(d) La c.iridad propia nos dicta el aprecio que havemos de hacer de nuestra alma, el cuid1do da ciln3en,..1rb en su moral recti– t 1d por la ti g:i del m 1, q 1c e~ c.:l por:ido m,,,tal, y sequcl1 del lúm de la virtud , y el deseo de los bienes er,pirnuales, que conducen para vivir bien, (e) y p!!ra asegurar nuestra salv:icion. Esta rectitud del hombre imerior no hai duda que a todos uos e~tgc asi el remo., r los osticulos para sil conser– vacton, como la atencion a h1s v11 ·n jes, que son caracter;sticas, y peculiares de el estaúo, y condi- cion n S. Joan. Chris.Hornil. 36. in cop. , 0 • M rth.circa fin. b Pul.40.::. c. .Mnh.::'.l. 39. d S. A ugu.1.1r ~ct.87.ia Joa11. , S, 1'hom.~.~.quacn.1t 5 . , 11-i.7.in <:01p.
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