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A de espirituales riquezas al lérmino y region de sus deseos, abrirle camino franco y seguro por el mar Bermejo de su sangre preciosisima, donde hizo perecer al obstinado Faraon con su inpume- rable ejército, figura espresa del mundo, sus par- tidarios, y secuaces. Aquella cruz fué la “vara que devoró los mónstruos de sus falsos encanta- dores con la alta ciencia del humilde padecer, desconocida de los mundanos: fué con la que cas— tigó á los incrédulos, aterró á los ingratos, y confundió á los rebeldes: y fué con la que des- truyó la impiedad, acabó con la idolatría, y con ' denó su arrogancia y libertad. Desde entonces ' su ciencia es ignorancia, estulticia su prudencia, ' y su gloria confusion! Ya ha triunfado de él Je- sucristo, ha rendido su orgullosa altivez, no con espada material, sí con su pronta obediencia, y con el humilde leño de su Cruz; ha rendido y puesto debajo de sus pies al que ni quiso cono- cerle por Redentor, ni en el odio con que lo per= siguió quiso aun tratarlo como á hombre. ¡Ob poder grande de mi amabilísimo Jesus! ¡Oh cuan digno sois, Señor, de que os demos toda la gloria, el honor, y la divinidad por este triunfo! En- grandecido sea vuestro gran poder, y vuestro santo nombre.
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