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corrompido Su camino, y declinado ¿ la torcida senda de su perversa inclinacion, yacia casi todo al sumergido en las densas tinieblas del error, y apvuelto en las obscuras sombras de la muerte y del pecado. Era infinito el número de sus necios emadores, que ansiosos de una culpable libertad, gemian con la infame esclavitad de su dura servidumbre, mucho peor que la de Israel entre os Egipcios. Se veia el fastidioso orgullo de los »otentados en el temerario intento de sujetar todo ] orbe 4 su dominio: se notaba la soberbia de * los Nabucos en disputarle á Dios los fueros de su divinidad: y se oia la desmedida arrogancia de los Faraones en el formal desprecio de los pre- ceptos del Señor. Los mas de los hombres, sa- cudido el suave yugo de la ley divina y natural repetian con horrible blasfemia: No quiero servir á Dios. Casi todos no conocian otra dominacion sobre sí que la de sus desordenadas pasiones, ni otras leyes, que la de sus malos deseos, ni olra subordinación que la que exigian sus torpes bru- tales apetitos. La mentira, la vanidad, y el de- Jeite les levaban toda la atencion: la envidia, la codicia y la sensualidad eran todo su ejercicio; y las reglas para su gobierno la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, * la so- berbia de la vida.” Este era el mundo, y así

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