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DE JESUCRISTO. 85 humano puede concebir. Si Jesucristo apareciese en ella con los caractéres de santidad , poder y sabiduría , superiores infinitamen- te á todas las ideas de los hombres: si las cualidades personales de Jesucristo, sudoctrina, sus obras y sus milagros se presentasen tan eminentes y admirables, que nos demostrasen con evidencia no solo que él fué un enviado de Dios para instruir y salvar á los hombres, sino tambien que fué un Hombre-Dios: si todo esto se demuestra con pruebas irresistibles, podremos esperar que se rasgue el velo de la incredulidad, y que los incrédulos se hagan fieles? Sin duda. Ellos entonces no solo creerán al Evangelio como verdadero, como dictado por el Espíritu divino á los evangelistas" tambien confesarán que estos autores, ni pudieron ni debieron es- cribirle de otro modo, para darnos justas id eas de la sabiduría, de la santidad y de la omnipotencia de Dios , que se dignó descender del cielo á la tierra para hacerse hombre, para enseñar al hombre la doctrina de la verdad y la practica de la virtud, por morir y sal. var al hombre. Estamos conformes, y vamos á la ejecucion de lo que acabamos de ofrecer. Mi Dios, sin vuestro poder todo es debilidad en la criatura: sin vuestra sabiduría todo es ignorancia , y sin vuestra santidad todo es pecado y miseria, qué podré yo hablar digno de Vos? Nada verdaderamente, si no tomase mis palabras de vuestro santo Evan= gelio. Vos las dictásteis, Vos las inspirásteis á los Evangelistas: ellas son sin duda las que nos dicen lo que sois, lo que sabeis y lo que podeis. Yo las repetiré con el mayor respeto y la mas profun- da veneracion: ellas han triunfado de todos los errores, y ellas triunfarán de la incredulidad , si vos, Dios de bondad , les conce- deis con ellas la gracia de su justificacion, que apetezco para gloria vuestra y bien de sus almas. Asi lo espero por los méritos de Jesu- cristo y la intercesion de su purísima madre María Santísima. Todo el mundo sensato y juicioso conviene en confesar esta verdad : la verdadera grandeza del hombre consiste en la perfec- cion de su razon que le hace sábio, y en la perfeccion de su vo- luntad que le hace santo. Todas las otras ventanjas que el mundo insensato y preocupado ha apreciado, en nada contribuyen á su verdadera grandeza : con todas ellas puede uno ser muy pequeño y despreciable ; y sin ellas puede un hombre ser sobremanera ilustre y grande. Establecido este principio cierto, miremos á Jesucris- to en el Evangeiio, y se nos presentará no solamente como el ma- yor de todos los hombres, sino superior á todas las ideas que el en-

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