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84 SOBRE LA SABIDURIA Y SANTIDAD hicieron titubear la sencilla fé de no pocos cristianos, y arrastra- ron muchas gentes al partido de su error; pero al fin se fueron di- sipando aquellas nieblas á la presencia de la verdad, y esta virtud hermosa siguió su marcha en el carro triunfal de su irresistible po- der en la Iglesia de Jesucristo. Parece que estaba reservada para nuestro siglo la existencia de unos nuevos hombres, que á la manera de los judíos y gentiles en el principio del cristianismo , no tratasen ya de negar ó alterar la verdad de un dogma, de un misterio , ó de un precepto del Evan- gelio , como los sectarios de que hemos hecho mencion , y otros de que adelante hablaremos , sino que chocasen abiertamente contra todos, y pretendiesen barrenar por la quilla la nave de San Pedro, para sumergirla enteramente. Pero como no es lo mismo escitar una borrasca que precisar á un naufragio, debemos esperar confia- damente tiempos mas bonancibles y en el ínterin vivir seguros de ja destreza del piloto que la gobierna. El es poderosísimo , él es sapientísimo , él es santísimo, quién podrá vencerle ni aun resis- tirle? Una. criatura contra el Criador? Un átomo imperceptible contra el Omnipotente ? Eso , eso mismo (oigo decir á los incrédulos que se dicen ins- truidos) es puntualmente lo que repugna á nuestra razon en el Evangelio. Cómo podremos persuadirnos á que un libro tan senci- llo sea la historia de un Dios todopoderoso? Cómo los evangelistas no siendo nada delante de Dios, nos podrán dar ideas de su grande— za , de su sabiduría y de su omnipotencia? Si los montes se encor= van á la vista del Sér eterno, si el mar se conmueve , si los cielos se estremecen, si la tierra tiembla , si todo el universose aniquila al imperio de su voz, porqué se formó por su palabra, que nos po- drán decir los evangelistas sino puerilidades y pequeñeces despre- ciables? Ya lo estamos viendo. Fútiles parábolas, estilo humilde, ordinario é insípido , y un tejido vasto y seco de aventuras mara- villosas : ved ahí lo que nuestro entendimiento descubre en el Evan- gelio, Nuestros sentidos se amotinan, nuestra razon clama y nues- tro entendimiento resiste á esa pepueña idea tan. poco digna del Sér eterno. Bondad de Dios, qué grandes son tus misericordias! Yo espe- raba este momento y ya ha llegado: Si veritatem dico vobis, quare non creditis mihi? Con que ello es, señores, que si yo probára in- venciblemente que el Evangelio es la historia de Dios-Hombre, la mas bella, la mas grande, la mas perfecta que el entendimiento
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