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DE LA INCREDULIDAD. 67 como Moisés contra los hebreos? Quién como Moisés , no 'escu- chando mas que á su celo por la gloria de Dios, hace perecer á-la vista de todo Israel tres levitassacrilegos, veinte y tres mil idólatras, quince mil sediciosos, veinte y cuatro mil hombres manchados con la impureza de las hijas de Moab? Hablemos de buena fé : sino he- mos perdido enteramente el entendimiento, podremos hallar en esta conducta algunas señales del engaño, la impostura ó la ilu- sion? Sean testigos de mis palabras todos los siglos y naciones de la tierra. Los impostores se ocultan mañosamente á las averiguacio- nes públicas : evitan cuanto pueden el ejercitar la curiosidad del pueblo, jamás tratan de irritar los espíritus, humillándoles su amor propio y dándoles en rostro con sus desórdenes; y se guardan bien de provocar la incredulidad con amenazás y castigos indiscretos. Por el contrario, se les vé ganar astutamente algunos discípulos, adular la multitud y prepararla con aparente misterio á la creduli- dad. Seducidos los discipulos, propagan mañosamente algunos mi- lagros oscuros entre hombres crédulos é ignorantes, y el impostor envuelto en el velo misterioso de las sombras , espera su renom- bre, el aumento de sus prosélitos , y la creencia de sus prestigios como prodigios del cielo; y si despues de estas marchas ordinarias y naturales de la impostura, puede sostenerla con la fuerza; la cosa es hecha : el amor de lo maravilloso seduce los pueblos, las conquistas los rinden , el tiempo la consagra y el impostor triunfa. Hay en esta pintura algunos rasgos que no sean verdaderos? Po- drá descubrir alguno en ellos el diseño de Moisés? No mos detenga- mos mas. No nos hagamos interminables. Aseguremos. con toda firmeza que los hechos y escritos de Moisés llevan consigo el carác- ter de la verdad, el triunfo del judaismo y la confusion y vergúen- za de la incredulidad. Si el corazon no estuviera corompido, todo entendimiento co- nocería y confesaria francamente esta verdad. Pero ay ! los fétidos y Crasos vapores que exhalan los desórdenes, oscurecen su luz na- tural , y á fuerza de envolyerle- entre las nieblas y sombras de los vicios , le precipitan en las ilusiones mas groseras y en los estra- víos mas insensatos. Serian menos viciosos los incrédulos, si Moi- sés fuera un impostor ? Serian ellos virtuosos si los hechos y los dichos de Moisés fueran fabulosos? Ay! ay! Los preceptos del De- cálogo que aquel grande hombre presenta á los mortales les inco- modan. No pueden hermanarlos con el desenfreno de las pasiones,
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