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CONTRA LA SOBERBIA. 487 tierras la paz, confundes las familias, inquietas los pueblos y llenas de desórdenes y calamidades los imperios! Oh soberbia y pecado de los grandes y los pequeños, de los ricos y los pobres, de los sábios y los ignorantes, y que penetrada hasta nuestros huesos, nos haces aborrecibles á Dios y á los hombres, como dice el Espíri- tu Santo! Odibilis coram Deo est, et hominibus superbia. (1) Con qué palabras podré manifestarie abominable? Gómo podré conseguir de mis oyentes que huyan de tí como de una fiera horrible? Tú te le- vantas sacrilega contra el Omnipotente : tá insultas atrevida, é in- jurias inhumana á sus criaturas: tú eres el principio de todos los pecados, y el origen envenenado de todas las culpas. Si. Pero si eres el orígen de todos los vicios en las criaturas, tambien eres el objeto de los castigos del Criador, y ved aquí la idea mas cabal que puedo daros de la soberbia, conforme al testo de mi tema: ¿nilium omnis peccati est superbia, qui lenuerd illam, adimplebitur maledic. tis. Vosotros vais á vir, para qne cobreis un horror eterno á esle vicio ,: que la soberbia es el origen de to los los pecados: Initium omnis pecati est superbia. Primera parte. Vais tambien á escuchar, que la soberbia es el objeto sobre que ha descargado sus castigos el Omnipotente: Qui tenueril illam adimplebitur maledictis. Parte segunda. Digámoslo de una vez, y no lo olvideis jamás, oyentes mios: la soberbia es el principio de todos los pecados , y es el ob- jeto de todos los castigos. Esto es cuanto tengo que deciros esta tarde para gloria de Dios y salvacion de vuestras almas. Vos Señor y Dios altísimo, que nos habeis mandado aprender de Vos mismo á ser mansos y humildes de corazon, desterrad la soherbia del mundo, haciéndome hablar con aquella fuerza y vir- tud que sabeis dar á vuestra voz cuando hace estremecer las co- lamnas del firmamento y temblar la tierra: y al mismo tiempo poned en mis palabras aquella dulzura que atrae y gana los cora- zonés. Esta gracia os suplico por Mariá Santísima, vuestra purísi- ma Madre; y yo, fiado en su soberano patrocinio, voy á dar las pruebas de las dos verdades que acabo de proponer. PRIMERA PARTE. Si todos los cristianos estuvieran acostumbrados á pensar en (4) Eccl. c. X, Y. ¿-

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