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S3RMOS CONTRA LA SOBERBIA. ALLY — Initium omnis peccati est superbia: ui tenuerit illam, adimplebitur ma- edictis... (Eceli«c. X, v. 45%) Si en vez de clamar contra el horroroso vicio capital de la so- berbia, me propusiera yo en este dia formar un hermoso elogio de la humildad cristiana, qué alegría recibiría mi espíritu, en lugar del dolor y lapena que me atormentan! Inundada mi alma de un gozo inesplicable, prorrumpiría inmediatamente en estas voces: hombres mortales, frágiles y miserables, quereis ser felices? sed humildes. La bumildad hace amables á todas las criaturas. Por la humildad se convierten los pecadores, se perfeccionan los justos , se conser- van las virtudes y se destierran los vicios. La humildad elevó á Judit sobre las mujeres de su tiempo; y la humildad colocó á Esthér en el trono mismo del rey Asuero: por la humildad llamarán bien- ayventurada á María Santísima todas las generaciones, y, final- mente, por la humildad se anonadó Dios hasta el sér de hombre, para levantar al hombre al sér de Dios. Feliz virtud! Virtud dicho- sa y bienaventurada, sin la cual nadie se salva, y con la cual nadie se condena! Pero virtud desconocida y menos practicada de los mortales; y por esta causa ay de mí! todo penetrado de sentimien- lo, y anegada mi alma en un mar inmenso de amargura, me veo ea la dura necesidad de clamar contra el vicio opuesto á esta nece- saria y escelentísima virtud. Sí, cristianos: contra aquel vicio do- winante en todas las naciones, en todos los siglos y en toda la clase de personas. Vicio que derribó los ángeles del cielo, desterró á Adan del Paraiso, destruyó la torre de Babel , confundió las lenguas, degolló á Goliat, ahorcó á Amán y embruteció á Nabuco. Oh vicio funesto! Oh soberbia indómita, que destruyes las virtudes, des-

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