BCCSAL000549-A-09000000000000
446 SOBRE LOS PELIGROS cuando os rodearon mil amigos, que se vendian por los mas finos admiradores de vuestra suerte, y desaparecieron de vuestro espí- ritu aquellos beneficios , aquellos favores que mantuvieron vues- tra vida en vuestro humilde estado, y olvidásteis aquellas perso- nas, aquellos parientes, aquellos amigos que entonces Os favore- cieron , dándoos la mano para que que salierais de vuestra oscuri- dad. Qué ingratitud ! qué soberbia! qué poco permanente es la amistad de un hombre malo! Impius facit opus instabile. (4) Manifestad pues vosotros á todo el mundo, que si en la reli- gion cristiana, que no predica sino caridad y amor para con todos los infelices , se hallan aimas débiles y pérfidas, se encuentran tam+ bien amigos fieles á las obligaciones de la amistad, que en todo tiempo aman á sus amigos, y se portan con ellos como hermanos aun en el tiempo de la tribulacion. En esta es, decia San Crisósto- mo, donde la amistad mundana se arruina, y la amistad cristiana se aumenta y fortalece. Nosotros, decia el santo, no abandonamos como los impíos al amigo que se purifica en el fuego de la tribula- cion; antes hacemos ver que la caridad que entra en la verdadera amistad nunca perece, y que nada es capaz de apagar su llama: Charitas, decia el grande apóstol San Pablo, numguam excidit. (2) Así; sea que fuese necesario hablar á favor de nuestros amigos, defenderlos de sus calumniadores, consolarlos en sus tribulaciones, hacerlos participantes de nuestros bienes, siempre encuentran en nosotros una amisiad tierna, firme, generosa, invencible: la vir- tud formó nuestra amistad, solo el pecado podrá separarla. Ved aqui la primera obligacion de la amistad de un hombre de bien para con sus amigos; pero otro paso mas adelanta la amistad de un buen cristiano con los suyos. Como mientras vivimos en este mundo todos tenemos fal- tas, pues, como decia el Evangelista amado de Jesus, si alguno piensa que no es pecador, él mismo se engaña ; acontece muchas veces que el amor propio nos engaña y alucina para que no conozcamos ya la vanidad que nos domina, ya el interés disi- mulado de estimacion y honra que nos arrebata, ya la envidia que nos devora, ya la impertinente curiosidad que nos inquieta, ya otros muchísimos defectos que tenemos en el corazon :.en estos ca- sos y otros semejantes debe un amigo verdaderamente cristiano ad- (1 Prov. c. XI, v. 18. (2) Epist. PD. Paul, ad Corinth. L, c. XHL, y. 8.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz