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408 SUBRE EL MODELO amargura de vuestras culpas. Magdalena satisface cumplidamente á sus delitos, sacrificando á Dios cuanto habia sido causa ó fomen- to de su pecado; y vosotros teneis por insoportables las penitencias mas lijeras que os dan los confesores por vuestras enormes culpas. Con qué frente os atrevereis á esperar en la divina misericordia como la Magdalena , perseverando vosotros en vuestra mala vida? Revertere adversatriz Israel, ait Dominus, et non avertam faciem meam d vobis. (1) Vuelve , vuelve alma ingrata, alma pecadora, vuélvete á tu Dios con una penitencia verdadera, y Dios.no apar- tará de tí los ojos de su clemencia : Jerusalem , Jerusalem , conver- tere ad Dominum Deum tuum. (2) Almas, almas, convertios á Dios como la Magdalena por la misericordia: Convertimini ad me el con- vertat ad vos. Pero esta es precisamente la materia de la SEGUNDA PARTE. Es preciso, amados mios, confesarlo para grande consuelo nuestro. El Evangelio de Jesucristo está abiertamente declarado á favor de los pecadores arrepentidos. Nada mas frecuente vemos en él que la misericordia del Señor, pronta para todos los que pene- trados del dolor por sus pasados crímenes, se arrojan en sus bra- z0s confiadamente. Apenas Pedro reconoce su negacion, y con amargas lágrimas la llora, cuando el Señor le mira compasivo, y le ofrece su amistad. No bien Pablo derribado del caballo abre los ojos, y todo angustiado clama: Señor, qué quereis que haga? cuando inmediatamente su Majestad le destina para vaso de elec- cion, para apóstol suyo, y para llevar su nombre á los reyes, á los pueblos y á las naciones de la tierra. En el momento mismo que el hijo Pródigo arrepentido de sus desórdenes vuelve á la casa de su padre confesando á voces sus delitos, es admitido en ella con regocijo y fiesta, y como si nada hubiera pasado se vé en los brazos de su padre. El buen Ladron, la Samaritana, la mujer adúl- tera y otros muchos, luego que humillados delante de Dios se re- eonocian pecadores, y le pedian perdon, le hallaban en el Señor, que se convertia á ellos por la misericordia. Sí, señores : es verdad de fé, de incomparable alegría para nuestras almas, que Dios (1) Jerem. c. HI, v. 12, (2) Tdem,, in lamentat.
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