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DE LA PENITENCIA. 407 sion de la religion cristiana : vosotros así lo habeis determinado muchas veces , pero los silbos, las sátiras y las burlas de los mun- danos han vencido vuestras santas resoluciones: Jn omnibus his non est reversa ad me prevaricalriz. Hombres libertinos , cuyas ponzoñosas lenguas han vomitado veneno mortifere contra el erédito de las personas de virtud, con tra la santidad inmaculada de la religion, contra las prácticas mas sólidas de piedad, sin avergonzaros de vivir como hombres sin conciencia, sin ley y sin Dios: hasta cuándo miserables cautivos del pecado , habeis de arrastrar la cadena de vuestros vicios? Cuándo , cómo la Magdalena, oyendo la voz de Dios, habeis de llorar amargamente vuestras culpas? Ah, Dios mio, si hubiera llegado ahora el momento feliz de que vuestra gracia moviera eli- cazmente sus corazones! Pero ay ! que la costumbre de resistir á vuestras misericordias puede mucho con ellos , y se quedarán tran- quilos en sus pecados: In omnibus his non est reversa..... Hombres viciosos, que parece vivís solamente para atropellar con descaro los mandamientos de Dios, las órdenes de vuestro rey y las obligaciones de vuestro estado; hombres atrevidos, que á pesar de tantas leyes del Soberano, que probiben los juegos de suerte y los contrabandos, perseverais en vuesiras partidas de banca malgastando unos caudales que no son vuesiros, sino de vuestra mujer, de vuestros hijos, de vuestros herederos, 6. delos pobres, y continuais en usurpar los derechos de la real hacienda, fomentando , defendiendo, ocultando y abrigando los contrabandos hasta cuándo habeis de vivir sin reparar estos daños , como los re- paró los de su pecado la Magdalena? Hasta cuándo, á pesar de la voz de Dios que escuchais con frecuencia en esos púlpitus, habeis de vivir perjurando, maldiciendo, embriagándoos, lujuriando, aborreciéndoos y murmurando? Mil veces habreis dado palabra á los confesores de enmendar la vida, y mil veces habeis faltado á ella : In omnibus his non estreversa ad me prevaricalriz. Hombres y mujeres que me oís, de cualquiera clase y condi- cion que seais, qué contradiccion tan manifiesta aparece en vues- tra vida y en la de Magdalena penitente! Magdalena se llena de una humilde confusionconlos saludables remordimien tos desu conciencia; y vosotros jamás os deteneis á.escuchar los clamores de vuestro cora- zon. Magdalena se arroja á los piés de Jesucristo penetrada de dolor, vertiendo arroyos de lágrimas; y vosotros huis de los ministros de Jesucristo: y si alguna vez os presentais á ellos, es sin pena y
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