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DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 385 desamparásteis cuando le prendieron: aquel mismo que padeció, que murió en la cruz, y fué sepultado , ese mismo soy: Ego sum: nolite timere : ese mismo soy el que ahora resucitado y glorioso me presento á vuestra vista. Ni aun con este razonamiento tan dulce del amable Jesus abandonaban su incredulidad, y desterraban su temor los apóstoles. Entonces el Señor les dijo: Acercaos: mirad las llagas de mis manos y de mis piés: tocad, palpad mi cuerpo, y reflexionad , que los espiritus no tienen carne ni. huesos, como veis que yo los tengo. Qué bondad! qué dulzura! qué amabilidad | Gre- yeron los apóstoles á tanto golpe de luz, pero no Tomás que se hallaba ausente, hasta que por sus propios ojos vió las llagas, y con sus mismos dedos tocó las de las manos, piés y costado del Redentor, sirviéndonos mas con su incredulidad que todos los otros con su fé; porque desterró de nosotros toda especie de duda, que pudiera ocurrirnos sobre la verdadera Resurreccion del Señor: Infer digitum tuum húc, et vide manus meas, et affer manum tuam, et mite in latus meum: el noli esse incredulus, sed fidelis. (1 Oh qué confusion tan grande para hosotros, al ver por este tiempo pascual tantas resurrecciones aparentes, imaginarias y fan- tásticas en innumerables pecadores! Cuántos tnterrumpen la car- rera de sus desórdenes, y se visten por unos breves momentos el traje de penitentes para hacer como cumplen los preceptos de su Santa Madre la Iglesia; pero sin que su corazon esté mudado, ni sus costumbres se mejoren! Cuántos abusando á uno de los medios mas eficaces para la justificacion del pecador , aparentan retirarse á unos ejercicios espirituales; y á pocos dias de haberlos finaliza- do, ya se les vé tan dominados de sus pasiones, como antes de principiarlos ! Cuántos enemistados disimulan y ocultan su interior dañado contra los que los agraviaron, hasta hallar ocasion Opor- tuna de darles un golpe sordo que no descubra el impulso que le dirije, ni la mano que le ejecuta. Cuántos impuros se apartan, al parecer, de la ocasion, para hallar paso en el tribunal de la pe- nitencia, al que simuladamente se acercan, y luego vuelven á sus reincidencias sin la menor enmienda! Ay! las resurrecciones de estos son aparentes: ellos tienen nombre de vivos, pero están muertos: Nomen habes quod vivas , el moriwus es. (2) Están muertos los murmuradores que desacreditan la conducta de «us prójimos (1) Joan. c. XX..v. Y. (2) Apocal. e. HT, y. 1. 25
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