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384 SOBRE LA RESURRECCIÓN obran de esta suerte son unos temerarios que aventuran una eter- nidad por no aprovechar un momento. Otros hablan de esta suerte Para llegar en mala disposicion á los sacramentos , mas vale abste" nerse y no llegar á ellos. Estos son unos nécios; porque, quién decidme, les ha constituido en esos estremos? Quién los precisa á llegar mal? Quién les aconseja la huida y apartamiento de su re- medio ? Ninguno, ciertamente. Busquen, pues, un médico espiritual, esperto, sábio y virtuoso, y con su direccion no llegarán á los sa- cramentos en pecado, ni vivirán habitualmente en el pecado. Ha- gan un esfuerzo , resuélvanse con eficacia , y se disiparán todas las dificultades que retardan su conversion. Yo bien quisiera, dicen otros, pero pasar desde la cama del vicio á las gradas del altar, desde la adoracion del idolo de mi pasion, al culto del cordero in- maculado Cristo Jesus, se me resiste: me parece contra el espíri- tu de la santa Iglesia, que pide grandes gemidos y lagrimas para lavar las manchas de las culpas. Estos son unos imprudentes: em- piezan á razouar bien, y sacan unas ilaciones y consecuencias er- róneas. Deje el impio su camino, abandone el hombre malo su, inícuas costumbres, ejercítese en la fé , en la esperanza , en el te- mor santo, en la penitencia: empieze á amar á Dios como á fuente de toda bondad, y esta vida nueva le agenciará en breve su justi- ficación, y seguirá presto la conducta de los justos que no dilatan para mañana el bien que pueden hacer hoy, y practicando con prontitud las inspiraciones del Señor, irán caminan do de virtud én virtud hasta ver al Dios de los Dioses en Sion. IL. La segunda señal de la Resurrección de Jesucristo, es que fué verdadera: Surrexit Dominus veré. No fué una resurrección aparente, fantástica, aérea, como la de Samuel á Saul por la in- vocacion de la Phitonisa, sino una resurreccion real, visible y pal- pable. Jesucristo resucitado hablaba con sus discípulos, andaba con sus discípulos, bebia y comia con ellos. Sus palabras llenas de dulzura y mansedumbre demostraban esta verdad hasta la misma evidencia. Preséntase su divina Majestad resucitado enmedio de sus discípulos, y ellos llenos de pavor se estremecieron , pensando que veian algun fantasma ó espíritu que se les aparecia: háblales el Señor como un padre amante de sus hijos, y les dice: la paz sea con vosotros: yo soy , no querais temer. Yo soy aquel mismo Maestro de quien tantas palabras de vida eterna habeis escuchado: aquel mismo á quien seguíais cuando sanaba los enfermos, arroja- ba los demonios, y resucitaba los muertos: aquel mismo á quien
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