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DE MARIA SANTISIMA. 369 y vuestros campos: amando á vuestras mujeres , doctrinando en santo temor de Dios vuestros hijos, y procurando como buenos ciu- dadanos el bien de vuestro pueblo. Si de este modo arreglásels vuestras costumbres, Dios perdonará vuestros pecados, se olvida- rá de vuestras iniquidades y os colmará de sus grandes misericor- dias. Pero ay ! Ay de vosotros, si dejais pasar este tiempo acepta- ble y de salud! Av! Si sordos á estas amorosas voces que os dá vuestra santa religion por medio de este su indigno ministro, con- tinuais en vuestros desórdenes! Porque si'Dios ahora calla, ahora sufre, ahora permite que le insulten, que le atropellen , que le ul- trajen y le ofendan, tiempo vendrá, y bien presto, en que man- dará que comparezcais en su rectísimo tribunal para darle cuenta de vuestra conducta. Entonces, qué será? Cómo lo pasareis en- tonces, amados pecadores? Quién os favorecerá? Quién os dará , seguridad ? Pensadlo bien: pensadlo ahora bien, si no quereis pe- recer por toda la eternidad. Y vosotras, almas virtuosas, almas justificadas , que habiendo lavado con lágrimas vuestras culpas en el tribunal de la santa penitencia, os hallais en gracia y amistad de Dios, venid , venid conmigo, y ofrezcamos todos á la Virgen algun obsequio. Ofrezcámosla los brazos para sostener alguna parte del peso que la Virgen esperimenta con el difunto cuerpo de su Hijo amado: ofrezcámosla lágrimas de nuestros ojos para lavarle las heridas y la sangre: ofrezcámosla las telas de nuestro corazon para envolverle y depositarle en un sepulcro nuevo. Venid conmigo, y aunque la dejemos sola , supliquémosla que nos conceda el vene- rable cadáver para darle sepultura en compañía de José de Arima- thea, Nicodemus, San Juan y las Marías. PUNTO TERCERO. Efectivamente, amados mios, la divina sabiduría habia orde- nado que asi como Jonás estuvo tres dias en el vientre de la balle- na, de la misma suerte el Hijo del Hombre habia de estar en ej corazon de la tierra; y como la Reina soberana no ignoraba esta profecía , consintió entregar el cuerpo de su Hijo para que le die- sen sepultura. Atended como caminan los dos piadosos caballeros José y Nicodemas, llevando en unos lienzos el lastimado cuerpo de] Salvador: eran seguidos del discípulo amado, de la discípula aman- te y de las otras Marías, parientas muy cercanas de Jesus: ¡ba 24
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