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DE MARIA SANTISIMA. 365 de la obediencia, y sacrificar á su furor la vida del mas virtuoso príncipe. Apenas llegó la noticia de esta desgracia á su allijidísima madre, salió llena de dolor en busca de su hijo, cuyo cadáver cu- bierto de heridas y de sangre halló en una de las calles de la ciu- dad. Abalanzóse á el, le estrechó entre sus brazos , y acomodán- dole en su amorosisimo regazo , clavaba los ojos en el cielo, y he- cha un mar de lágrimas, repetía muchas veces: Heu me, fili mi! Vimia bonitas tua, nimia mansueludo , et humanilas, el simul , el nos perdidil ! Ay hijo de mis entrañas , Lu bondad, tu humanidad, tu mansedumbre nos ha perdido á entrambos ! Si tú hubieras sido menos bueno, menos amable, no hubiera quedado sola esta tu triste y aflijida madre , ni se hallára con el inesplicable dolor de tenerte muerto en sus brazos á la violencia de la ingratitud y de la crueldad de tus vasallos. Tu demasiada bondad, hijo: mio, ha sido tu delito, y tu virtuosa conducta ha armado el brazo y alilado los puñales que han destrozado tu tuerpo y traspasado mi corazon, Ya teneis en este caso , carísimos oyentes, alguna semejanza de lo que pasó sobre el Calvario. Mirad , si no lo impiden las lá grimas , como descendiendo de la cruz el difunto cuerpo de Jesus los piadosos caballeros José de Arimathea y Nicodemus, acompa- ñados de San Juan , la Magdalena y las otras Marías , le colocan asi denegrido , leno de sangre , cubierto de heridas y de llagas entre los brazos de su dulcísima Madre. Quis est homo qui non fle- ret Chrisli malrem si viderel in tanto supplicio? Quién será el hom- bre de tan duras y empedernidas entrañas á quien no conmueya ¿ni enternezca este espectáculo tan doloroso para los ángeles mis- mos? Quién podrá dignamente esplicar los arroyos de lágrimas que se desprenderian de los virginales ojos de María, los profun- dos suspiros que arrancaria de su afhjido corazon, y los tiernos sentimientos en que prorumpiria? /Teu.me, filimi!l Nimia bonitas tua, nimia mansuetudo , el. humanilas , te simul,. et mos perdidit! Ay de mí, diria la Virgen! Ay amado Hijo mio, tu mansedumbre, tu beneficencia, tu bondad y caridad sin límites te ban conducido á la muerte |! Oh ingratos hombres ! Oh pértidos hebreos ! Oh tristes pecadores ! Mostrad en qué os ha ofendido mi Hijo amado. Decid, en qué podreis acusarle para justificar vuestra crueldad? En qué os ha ofendido para haberos armado contra Dios y su Cristo ? No habeis confesado públicamente vosotros mismos que todo lo ha hecho bien? Serán sus delitos curar á vuestros enfermos, dar vis- ta á vuestros ciegos, lengua á vuestros mudos, oidos á vuestros
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