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364 SOBRE Lá SOLEDAD de su Eterno Padre: Inclinato capite, emissit. spiritun. Es posible, diría la triste Madre causando compasion á los peñascos mismos, es posible que ha muerto mi Jesus quedando yo con vida? Es po- sible que yo viva quedando sola sin el alma de mi amado? Qué ha- ceis elementos y criaturas todas, y viéndome en soledad , y muer- to vuestro Criador? Qué se han hecho, hombres, vuestros senti mientos y vuestras lágrimas? Murió vuestro Redentor, vuestro Pa- dre, vuestro Maestro, vuestro protector y vuestro hermano, y os quedais mas insensibles que las piedras? Ay de mí! Murió mi Hijo, wi amable Jesus ha muerto, pues llore yo que soy su Madre, y quedo sumergida en lo profundo de mi primera soledad. Asi podemos considerar que se lamentaria nuestra amabilísi- ma Reina viéndose sola sin el alma de su amado. Y habrá algun cristiano en mi auditorio que pretenda aumentar sus penas vol- viendo á multiplicar sus culpas , sabiendo que estas son las que han dado la.muerte al Hijo, y causan la soledad de su Madre? Ah, señores! Pluguiera al cieloque esta cuaresma que vamos fina- lizando , fuera tambien el térmiño de todos nuestros pecados! Oh si la comunion pascual que se acerca renovase en María Santísima su alegría al vernos resucitados á la gracia desde la muerte lasti- mosa de la culpa! Ay! Cómo entonces se mitigarian sus penas! Cómo cesarian sus lamentos! Cómo tendrian término sus lágrimas! Pero qué temible es que prosiga en su soledad, quedando no solo sin el alma de su Hijo, como lo hemos considerado , Sino tambien sin el cuerpo, como vamos á decir ahora! PUNTO SEGUNDO. Para que formeis desde luego alguna idea de la segunda triste soledad de María Santisinia cuando tuvo á su Hijo muerto en sus brazos, escuchad con atencion este admirable suceso del rey Achis , como nos lo refiere Plutarco. Era aquel principe dotado de todas aquellas prendas que pueden desearse en un' monarca. La prudencia , la afabilidad, la justicia, la magnanimidad y sobre todo el celo de mejorar las costumbres de sus súbditos, formaban su carácter. Estas virtudes , que debian hacerle amado de sus va- sallos le hicieron tan odioso a los rebeldes y discolos , que empe- zando su insubordinacion por murmuraciones públicas contra la conducta del rey , se fueron precipitando hasta romper el freno

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