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DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 345 Señora! ya responde el pueblo mas endurecido que los bronces: Crucifige, crucifige. Hombres que me vis, mujeres que me escu- chais: Ecce Homo. Qué decís á este hombre? El es quien 0s erió de la nada enmedio del cristianismo, quién os conserva con su admi- rable providencia, quien os da la tierra que pisais, el aire con que respirais, la luz con que veis, la comida con que os alimentais, el vestido con que os cubris, la vida con que vivisy la gloria que es- perais. El es quien os hace multiplicados favores por sus sacra mentos , susángeles, sus predicadores , sus secerdoles y sus lem- plos: ha hecho mal el Señor en haceros tanto bien? Responde mila. Quereis tambien vosotros erucificarle segunda vez con vuestros pecados, como decia el grande apóstol San Pablo? Pues si asi lo quereis, Accipite eum., el crucifigile; ego enum non vento in eo cau- sam. (4) Asi lo confesó Pilatos delante del pueblo hebreo, y sus mismas palabras repito en presencia del pueblo cristiano : crucifi- cadle vosotros que yo no encuentro causa para ello. Mujeres so- berbias, iracundas y murmuradoras , crucificadle vosotras con vuestras malas lenguas con que denigrais lastimosamente el cré- dito y reputacion de vuestros prójimos. Mujeres impuras, abando- nadas á todos los escesos de la mas desenfrenada concupiscencia, Accipite eum, et crucifigite, crucificadle vosotras con los tres agudos clavos de vuestros pensamientos, palabras y obras. Hombres ocio- sos, que entregados al juego, disipais el legítimo patrimonio de vuestros hijos , malgastais el caudal con que deberia colocarse con honor vuestra familia, Accipite eum, et crucifigite, crucificadle vos- otros con el atropellamiento de las leyes reales y pontificias que severamente prohiben vuestros escesos. Hombres viciosos, que 08 dejais arrastrar de la gula, de la avaricia, de la pereza, de la ven- ganza y los mas criminales apetitos , Accipite eum, et crucifigite, crucificadle vosotros con vuestras embriagueces, usuras, hurtos, injusticias y venganzas, que yo no encuentro causa para ello; an- tes confieso que la penosa flagenacion de Jesucristo y su dolorosí- ma coronación de espinas, nos enseñan el sesto escalon de la vida verdaderamente cristiana, que consiste en la mortificacion interior y esterior con que debemos vivir para sujetar nuestras pasiones, y alcanzar la vida eterna. St, amado auditorio mio; sin penitencia no hay perdon, sin perdon no hay gracia, sin gracia no hay gloria Hagamos, pues, frutos dignos de penitencia si nos queremos salvar. 1) Joan.c. IX. v. 6.
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