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PE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 339 Pero , hermanos mios, qué diluvio de males, de improperios y de ultrajes siguen á esta injustisima sentencia ! Amable Jesus, ter- rible noche vais á pasar. Cubierto vuestro divino rostro con un as- queroso andrajo, vais á ser la risa y el desprecio de los bárbares soldados, de los ministros perversos y de los verdugos mas crue- les. Adivina, le dicen, quién te dió esta bofetada ? Quién de nos- otros te dió aliora este golpe? Prophetiza nobis, Christe, quis est qui te percusit? Asi hablaban y maltrataban al Señor aquellos inso= lentes. Pues qué, hombres insensatos, pensábais que no veria Je- sus, por tener vendados los ojos, á quien le abofetea y maltrata, cuando todas las cosas están claras y patentes en su adorable pre- sencia? Sabed que él ha visto nacer en el corazon de Judas su de- testable perfidia : asi lo dijo en la última cena delante de todos sus apóstoles: uno de vosotros me ha de entregar; y despues se lo decla- ró en particular á su amado Evangelista: el Señor ha visto formarse en el alma de los fariseos y sacerdotes la conjuracion que vá á qui- tarle la vida: él ha visto los pensamientos mas ocultos de los demas discípulos y los de sus enemigos, y se los ha daclarado muchas ve- ces con la mayor individualidad. Se le ocultaria acaso la negacion de San Pedro, que tanto blasonaba de su constancia, que tanty confiaba de sí mismo, y que tan inconsideradamente se fué aquella misma noche á poner en el peligro ? Ay! Nuestro amable Jesus se la predijo con la mayor claridad y distincion , señalando el cuándo le habia de negar, y las veces que le habia denegar. El Señor ha visto todas las injurias que le habíais de hacer, los tormentos que había de esperimentar, los azotes que habia de sufrir, la corona de espinas que le habíais de poner, la cruz que habia de llevar al Calvario, la muerte que en ella habia de padecer: él ha visto y hablado de todas estas cosas antes que sucediesen: vió tambien y predijo su gloriosa resurrección á los tres dias de difunto, su ad- mirable ascension al cielo, la venida del Espiritu Santo. el esta- blecimiento y estension maravillosa de su Iglesia , la ruina de Je- rusalen , la destruccion de su templo, la dispersion de la Sinagoga, la degradación eterna del sacerdocio de Aaron , y la miserable es- clavitud de su pueblo: Jesus , finalmente , ha llegado con su vista á los últimos tiempos del mundo, y nos ha predicho muy particu- larmente el formidable aparato del juicio universal y la desolacion última de todas las cosas; y á este Dios-Hombre, que por entre la oscuridad de las edades futuras todo lo vé con la mavor distincion: todo, todo cuanto ha de suceder en el cielo, en la tierra y en el

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