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PLATICA DE LA PENITENCIA. 305 no Padre por la redencion del mundo : de Jesus atado á la colum- na, todo ensangrentado y hecho una llaga por nuestro amor: de Jesus crucificado por redimiros de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; y que estos mismos hombres, como si todo fuera una fábula , ó como si los adorables misterios de nuestra redención no pasaran de un cuento piadoso para entretener devotamente á las gentes, se entregan desenfrenadamente al vino, se dejan dominar de la embriaguez , y vuelven á sus casas ó son llevados á ellas, sin saber dar razon de sus personas. Dónde estaria la fé de semejan- tes infelices ? Hermanos mios , no nos equivoquemos en lo que nos importa una eternidad de cielo, ó una eternidad de infierno. De- mos gloria á Dios: y confesemos ingénuamente nuestras miserias. Despues de tantas disciplinas, despues de tantas cuaresmas y Se- manas Santas es nuestra vida mas morigerada, ó mas virtuosa? Qué! Todo se ha de reducir á este detestable círculo : pecar y confesar, ó confesar y vuelta á pecar? Toda la vida ha de ser una perpétua reincidencia? Yo bien sé, carísimos , bien sé que el caer en un pecado , ó en muchos pecados, no es una prueba cierta y evidente de que fué mala la conversion anterior. No se debe ar- guir de aqui, que los propósitos fueron falsos, malas las confesio= nes, é imaginaria la penitencia. Ay de mi! Yo confieso que la gracia se puede perder, que somos débiles, somos frágiles, somos pecadores por origen y pecadores por nuestras malas costumbres; pero tambien sé la doctrina de San Pablo que nos enseña : que la tristeza, que es segun Dios, causa la penitencia para una salud estable. Esta estabilidad y esta firmeza recomienda en varias de sus cartas el mismo apóstol. No es inamisible la divina gracia , es verdad; pero tambien lo es que ella de su naturaleza es firme y estable: tambien es verdad que hay varios modos de perderla: una vehemente tentacion, una seduccion perversa, un fatal en- cuentro y otros acontecimientos semejantes, pueden precipitar en el pecado á la persona mas virtuosa. Pero cuando nada de esto acontece , sino que se peca por hábito, por mala costumbre , por no apartarse del mal ni obrar el bien, entonces, hijos mios, menester desconfiar mucho de los propósitos pasados, y de las con- versiones antecedentes. Lloremos, pues, los desórdenes de nues- tra vida , hagamos penitencia por las culpas que hemos cometido, fortifiquémonos para lo venidero con santas obras y demos princi- pio á esta grande obra , diciendo arrepentidos á los piés de nuestro Señor Jesucristo: Miserere mei Deus secundum magnam , etc. 20 es
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