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DE UNA RELIGION REVELADA. 17 Quién me conducirá á los venerables tabernáculos de esta verdad luminosa ? La razon y la fé sobrenatural. La primera me llevará en sus brazos hasta las puertas del santuario, y besando humilla- da sus dinteles , me entregará á la fé, para que me introduzca en sus misteriosos tabernáculos. Preguntemos, pues, á la razon, y escuchemos su respuesta. Hay un Dios, me dice esta, justo, eterno, sábio y omnipotente: añade tambien, que siendo, y del todo cierto , que hay un Dios, debe haber una religion para darle culto; y que si hay una religion debe ser revelada , y que esta religion divina, que Dios ha reve- lado á los hombres es la religion católica , apostólica, romana. La razon habla y dice: que la existencia de un Dios demuestra la ne- cesidad de una sola religion : primera verdad. La existencia de una sola y verdadera religion, demuestra la necesidad de una revelacion divina: segunda verdad. La existencia de una re- ligion revelada, demuestra este carácter en la religion católica, apostólica, romana: tercera verdad. La materia es importantisi- ma, pero inmensa. Reservemos para mañana la demostracion de ta última verdad , y tratemos hoy de las dos primeras. Mirad, hermanos, decia el apóstol San Pablo escribiendo á los hebreos, no se halle entre vosotros algun corazon incrédulo, que con terquedad y obstinacion cierre los ojos á las luces de la razon y de la fé. Yo no hallo camino mas justo para conduciros á la ver= dad. El que no cede á las evidencias de la razon y á los mandatos de la fé, él mismo sentencia contra su locura é incredulidad. No espero que hagais tan criminal abuso de vuestro entendimiento y voluntad. Oidme con docilidad, de nuestro amable Dios se dignará de iluminarnos, para que todos cumplamos con nuestro ministerio: yo con el que tengo de hablaros la verdad, y vosotros con la obli- gacion de abrazarla y obedecerla. Hacedlo asi, Dios mio, por los méritos de Jesucristo , vuestro unigénito Hijo y nuestro misericor- dioso Redentor. En ellos confio para que mis palabras sean efica— ces para arrancar los vicios, y establecer el imperio de la virtud en los corazones humanos. Estos son mis deseos para la mayor gloria vuestra y utilidad de las almas. PRIMERA PARTE. Escuchamos ayer las pruebas irresistibles de la existencia de 2
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