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274 SOBRS LOS DOLORES erificio, llega al pié de un monte, deja su caballería y los criados, carga la leña sobre los hombros de Isaac, toma el cuchillo en una mano, y en la otra el fuego, y empiezan á subir «por el monte. Admiracion de los ángeles fué sin duda este espectáculo. Un padre amante con el acero desenvainado! Un hijo amado con la leña al hombro! Oh prodigio de obediencia! .Oh maravilla de la fé! Qué batalla tan reñida se veria en el corazon de Abrahan. entre el amor de su hijo y el de Dios! La consideracion de que el mismo padre era quien habia de dar muerte al hijo le cortaria el aliento, le re- tardaria: los pasos, y derramaria un dolor tan universal sobre su cuerpo y su alma, que no hay entendimiento que lo pueda com- prender. Subió, en tin, á la cumbre, compuso la leña, ató á su hijo Isaac sobre:elia, y empuñando el acero, levantó el brazo para dar el golpe mortal sobre“su hijo, estando á nuestro modo de en- tender todo el cielo en espectacion de este suceso. Podeis vosotros considerar este célebre acontecimiento sin comprender un dolor universal que traspasaria el corazon y el alma del grande patriar- ca Abrahan? Sus ojos, sus oidos, sus manos, el temor, el amor» la esperanza, la fé, la obediencia, todo concurria para atormen- tarle. Reflexionad, pues, ahora cuáles serian los dolores-de la Virgen Madre cuando habia tan enorme diferencia entre su amor y el de Abrahan, y una distancia infinita entre Isaac y Jesucristo. Si Abrahan amaba, la Virgen: desfallecia de amor: Amore langueo, Era la Madre por escelencia del amor hermoso, del amor puro, del amor constante y del amor inmenso. No era como las otras ma- dres, que aunque padecen porque aman, las otras pasiones y de- fectos retardan, disminuyen y debilitan su amor, y por consiguien- te su pena: los intereses propios las ocupa, los adelantamientos de la casa las distrae , la cólera las enciende , la vanidad las do- miná, y aun el amor mismo de sus hijos, por ser muchas veces desordenado, las priva de gran parte del mérito en sus mismos sacrificios. Ninguno de estos impedimentos encontramos en María Santísima. Su corazon todo era amor, y amor el mas bello por la cualidad , el mas fuerte por la duracion , el mas arreglado por el modo, y el mas santo por el objeto. Si Isaac obedecia llevando en silencio la leña para el sacrificio, Jesucristo llevaba tambien sobre sus hombros el sacrosanto madero de la cruz en que habia de ser crucificado, sin abrir su boca, sin dar un quejido, y como un cor- dero manso que llevan al sacrificio: «Sicut ovis ad occissionem due-

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