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Y DEL PECADOR. 255 nos: su modestia en los vestidos, su providencia con los domésti- cos, su frecuencia devota en los templos, y su caridad con los po- bres! Fidem servavi, dirán con el apóstol San Pablo : hemos guar- dado la fé á las obligaciones de nuestro estado: hemos sido unas esposas fieles, unas madres de familia vigilantes, unas amas be- néficas y afables con las criadas , unas vecinas corteses y unas mu= jeres amables. No hemos trabajado solas: la gracia de Dios nos ha elevado, fortificado y acompañado para llenar dignamente losgrau- des cargos de nuestro ministerio. Sin ella no hubieran sido bastan- les nuestras propias fuerzas para hacernos irre prensibles; pero todo lo hemos podido en el Señor que nos conforta. 2deo reposita est, mili corona justilie. Qué alegría tan pura para las venerables viudas el represen- társelas en el último momento que desde que quedaron solas, per- manecieron en oracion, en retiro de todas las peligrosas concur- rencias del mundo, en total separacion de aquellas delicias, de aquellas galas , de aquellos entretenimientos y placeres que la re- ligion condena en todas las edades; que fueron constantes en la frecuencia fructuosa de los Santos Sacramentos, en la mortifica-> cion de sus pasiones y apetitos , en la práctica de las obras de mi- sericordia, y en una palabra, en las ocupaciones virtuosas que prescribe el grande apóstol San Pablo á una verdadera viuda: á una mujer, que libre de las faenas del matrimonio, trata elicaz- mente de ser toda de Dios, y de santificarse cada dia mas hasta el último término de la vida. Ciertamente, amados mios , Una corona de inmortalidad será el premio de justicia que el Dios de la mise- ricordia tiene reservado para unas costumbres tan irreprensibles. [deo reposita est mihi corona justitio. Qué gozo tan perfecto para un jóven virtuoso, para un casado honesto , para un hombre de bien, para un militar honrado, para un artista laborioso, para un juez íntegro, para un oficinista apli- cado, para un sencillo cultivador de la tierra, cuando en el último momento de la vida se les presenten las virtudes que practicaron, los vicios de que huyeron , los grandes beneficios que del cumpli- miento exacto de sus respectivas obligaciones resultaron á su pue- blo, á su patria, á sus semejantes, al Estado y á la Iglesia! Cur- sum consummavi, dirán todos , y cada uno de ellos con San Pablo: hemos finalizado dichosamente la carrera de nuestra peregrinacion sobre la tierra: hemos cumplido, ayudados de la gracia de Dios, las obligaciones de nuestro estado, de nuestro oficio y de aquel

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