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220 SOBRE LA OBLIGACIÓN DE AMAR do potestad en la tierra para inmular esta ordenación divina, si negamos el perdon á nuestros enemigos, no esperemos el perdon de nuestras culpas, aun cuando nos arrojáramos ¿los piés del mis- mo Sumo Pontífice. El papa, no de otra suerte que el mas pobre y oscuro de los ministros del Señor, sabe que nada sirve la absolu- cion sacramental cuando faltan en el penitente las disposiciones esenciales para recibirla : el dolor sobrenatural de las culpas, acom- pañado del verdadero propósito de la enmienda, ha sido en todos los siglos un prerequisito absolutamente necesario para la justifica— cion del pecador, segun nos lo enseña el santo Concilio de Trento; y como este requisito no se halla en los enemistados, todos los mi- nistros del Señor deben escluirlos de la participacion de los santoS sacramentos. Asi nos lo manda el Concilio Toledano XL en el cá- non LV por estas palabras : Arceantur ú sacra Comunione , donec reconciliati fuerint. De la misma suerte se hacen indignos de que sus ofrendas sean admitidas por la santa Iglesia, como lo dispone el Concilio UV Cartaginense, cánon XCUL. Oblationes disidentium fratrum neque in Sacrario, nequein Gasoplulatio recipiantar. Igual- mente está mandado á los ministros del Señor por el Concilio Nan- netense que arrojen de la Iglesia antes de celebrar los sacrosantos misterios á todos los enemistados, si no quisiesen reconciliarse con sus enemigos. (1) Ved ahí á esos infieles castigados por la santa Iglesia con la privacion de los sacramentos , de la asistencia al Lem- plo del Señor, y de la recepcion de sus ofrendas. Qué vida tan des- dichada ! Qué inquietos en su interior! Qué conciencia tan lastimo- samente despedazada en presencia ó en ausencia de sus enemigos! La vista de sus contrarios los irrita: huyen si los ven venir por una calle por no encontrarlos: vuelven la cabeza 4 otra parte, si casual y repentinamente los encuentran: su voz los incomoda , sus palabras los alteran, sa compañía los irrita. (2) Si están separados, sus mismos pensamientos los martirizan: acechan sus pasos, bar- runtan sus intenciones, censuran su conducta , les chocan sus cos- tumbres, é interpretan en mal sentido las acciones mas virluosas é (1) Presbyteri antecuam celebrent, interrogent, si adsint aliqui discordantes qui inter se lilem implacabilem habeant, et reconcilien- tur. Quod si noluerint pacem suscipere, ab Ecclesia rejiciantur. (Con- cil. Nannet. can. 1. (2) -Quos odio habemus ne vocem quidem audire, nec vultum corum videre aquo animo possumus. (S. Chrisóst. homil. LXVI, in Joan.)

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