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IBAMOS SOBRE LA OBLIGACION DE AMAR A LOS ENEMIGOS, Ego autem dico vobis: diligite inimi- cos vestros. (Matt. c. V, 0.44.) Si alguna vez habia yo de aparecer en este púlpito, pálido ej semblante, trémula la voz y falto de palabras, debia ser hoy segu- ramente. Si en alguna ocasion habia yo de predicar con valentía, con una fuerza irresistible y con un celo inflamado y ardiente, de- bia ser hoy sin duda alguna. Pero cómo será posible reunir en un solo discurso dos estremos tan contrarios? Cómo podré llenar dig- namente mi obligacion, viéndome por una parte oprimido de una cobardía y pusilanimidad que me abate, y por otra necesitado de un fuerte celo, de un ardor inflamado y de un valor heróico? Hoy vengo á hablar contra aquella pasion del ódio y aborrecimiento de unos hombres contra otros, que tanto endurece sus Corazones, y en tan grande manera los aparta del amor que deben á sus enemigos: contra aquella pasion indómita, feroz y cruel, que desea vengar las injurias recibidas y beber la sangre de los prójimos que por igno- rancia ó malicia nos agraviaron : contra aquella pasion violenta y arrebatada que no se rinde á los ruegos mas humildes y afectuo- sos: que no cede á las razones mas claras y convincentes: que re- siste á las autoridades mas respetables y temibles, y envenenando los corazones , desprecia las leyes humanas y divinas. Ved, ama- do pueblo mio, con qué fuerza de espíritu debiera yo predicar en este día. Considerad si debiera yo transformarme en un Elías ó en an Pablo para tronar entre relámpagos, rayos y fuego contra una pasion tan atrevida, tan feroz y tan indómita. Por otra parte viene mi corazon aflijido, lleno de cobardía y es- panto, al reflexionar sobre lo que he visto: sobre lo que vo mismo he esperimentado, y lo que otros venerables ministros del Señor uniformemente me han asegurado Apenas hallareis un pueblo